sábado, 25 de julio de 2009

NUEVOS PUNTOS DE VENTA


TRENQUE LAUQUEN:
LECTURAS
-San Martín 301-

NEUQUÉN CAPITAL:
EL ANTICUARIO
-Sarmiento 565-
EL AMANTE
-Avenida Argentina 245-
LIBRACOS
-Corrientes 282-




CAPITAL FEDERAL:
DE LA MANCHA- Corrientes 1888.
HERNANDEZ- Corrientes1436.
GANDHI-GALERNA-. Corrientes1743.
LILITH LIBROS- Santa Fe 3753
PAIDÓS- Santa Fe 1685.

domingo, 12 de julio de 2009

CHAU, GABRIEL


Casi al mismo tiempo que se conocía la noticia de la muerte de Gabriel Báñez, el gobierno premiaba a Julio Alak con un
ministerio. Justo a Alak, personaje ruin, indeseable, a quien Gabriel padeció como director de la Editorial La Comuna. Se sabe que el arte y el Estado van por caminos separados, pero hay datos fácticos que asombran.
Gabriel se fue, por decisión propia; un escritor versátil y prolífero. Una persona lúcida. Como calificaba él mismo a la literatura: eludía el lugar común. En momentos de tanta idiotez y mediocridad, que se vaya una persona lúcida es una pérdida aún mayor. La mediocridad, por lo tanto, ya resulta ofensiva, a veces letal.

Chau, Gabriel!
Un abrazo inmenso.

Grupo Editor Mil Botellas.
Julio de 2009
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lunes, 6 de julio de 2009

UNA CRÍTICA PARA "BALBUCEOS, EN NOVIEMBRE"


Por Pablo Vinci.

Las gentes como nosotros deben tener la religión de la desesperación. Hay que estar a la altura del destino, es decir, impasible con él. Lo que hay que hacer es sacar de la desesperación misma, esperanza.
De Gustave Flaubert a Ernesto Feydeau.

Villa Elisa, Portugal, Quilmes, Buenos Aires, Kordon, Puig, Cortazar, Onetti, Wernicke, Herminio Iglesias, Alfonsín, Rock…

Santiago y Federico viven en los noventa y planean escribir una novela. Juntan datos, bibliografía, ideas. Pasan unos años, el proyecto queda guardado en una caja, y ya en los “dosmiles” Federico se mata.

Manuel Farías, “un héroe pop sin grandes ambiciones” (el personaje de la novela que Santiago debe escribir solo, “sin consenso y con el mundo que se volvió más adverso”, cuando lo que tenía pensado era ayudar a Federico a escribirla) no tiene agua caliente, vive solo, escribe artículos para una revista, toma cocaína y escucha música. Vive en la década de 1980.

Estos dos párrafos y la lista de nombres propios que la precede eran los primeros apuntes para una reseña de Balbuceos (en noviembre), la novela de Ramón Tarruella, hasta que me encontré con las palabras de Flaubert, que encabezan esta nota, en una carta a Ernesto Feydeau. Entonces la lectura de la novela empezó de nuevo, ya sin atender a cuestiones técnicas, de estructura, o de estilo, que (por logradas) ya dejaron de preocuparme.

En un tiempo en que muchos escritores ni se plantean el problema de no tener qué decir, en una época en que en voz baja se dice que “como no se puede combatir al mercado hay que hacerse uno propio entre los conocidos”, y en donde la tradición literaria es ridiculizada por “anacrónica” o por simple ignorancia (y hablo de las ignorancias no inocentes) aparece esta novela de Tarruella que se ríe de las bestias.

Una novela que se zafa sin ambigüedades de la vulgaridad posmoderna (casi citando a Unamuno). Vulgaridad (la de hoy) que es más irritante que la de ayer porque que se da aires de novedad y de originalidad. Una novela atravesada por la desesperación. Una náusea que empezó en los años setenta y que todavía se mueve.

El texto de Ramón Terruella desarma y rearma la desesperación. Y ese es el mejor camino, porque haciéndolo nos encontramos con todas las cosas, nos encontramos con que sí hay qué decir, con que sí es necesario decirlo porque muchos necesitan que las cosas se digan, y porque uno mismo necesita decirlas desde su individual lugar no sólo para la literatura, sino para sumar también una individualidad más al proyecto colectivo de lo que Flaubert nos avisa que se saca de la desesperanza.

Nota publicada en la revista los Asesinos Tímidos. Número 15 - año 2009.

miércoles, 1 de julio de 2009

HAROLDO CONTI, UN "HOMO VIATOR"


Hay tantos Haroldos como caminos ha recorrido”, de esta manera define Marcelo Conti a su padre, en uno de los testimonios del documental-ficción sobre la vida del escritor Haroldo Conti, desaparecido el 5 de mayo de 1976 por la dictadura militar.
Homo Viator se proyectó el jueves 25 de junio en el Centro Cultural Islas Malvinas, dando cierre al mes de junio dedicado al género documental, en el ciclo Cuatro Ficciones. Esta vez, también estuvo presente el director de la película, Miguel Mato, que se animó a los elogios y las preguntas del público.
Aquella frase recuerda a un Haroldo Conti en sus múltiples rumbos, como intelectual que se sumó a las filas del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), como profesor de latín en la escuela secundaria, o en sus viajes como piloto civil, o bien como navegante y náufrago que fue, en los días que probablemente ocupó mentando palabras para el guión de una futura película. Hasta permite imaginarlo con su pulcro traje de seminarista que tardíamente resolvió colgar.
Recrear con fidelidad los trayectos recorridos, los impasibles rumbos del escritor, antes que perpetuarlo desde los hechos más duros, también fue la apuesta de su director. Darío Grandinetti en el papel protagónico de Haroldo Conti, junto a Ana Yovino y a Carlos Santamaría conforman las otras piezas del elenco.
“La idea motor, fue que Conti se contase a sí mismo”, dice Mato, que con maña ha combinado en el documental, nítidas imágenes de archivo con audios en voz del escritor, y fragmentos de su obra. También se incluyen cartas destinadas a amigos y a familiares, un manojo de recursos empapados de ficción, y los testimonios de las personas más cercanas a Conti que reviven, mediante anécdotas, los versátiles episodios de su vida.
Cuentos como El último, Mi madre andaba en la luz o La Balada del Álamo Carolina fueron los elegidos, revelando una realidad en los recodos más cotidianos, hallando siempre una historia en la simpleza de las cosas. Por ejemplo, las líneas seleccionadas de la novela En vida (1971) donde Conti se pasea por el lugar de su infancia, “Hay otro pueblo debajo de éste”, cuenta, otro pueblo que también es el Chacabuco de la provincia de Buenos Aires, y al que solía volver cada tanto tironeado por recuerdos y encantos.
Y así fue su literatura, la que ofrece otros territorios, porque como sostiene Juan Duizeide, escritor contemporáneo, “fue más el deseo de viajar y la inquietud de conocer, que los viajes que realmente concretó”. Para Conti, la creación, era el terreno de la pura libertad. Y quizás, el espacio que prefirió para desenredar los nudos de su vida, toparse con la ternura y el deseo profundo de viajar.
Tom Lupo, locutor y psicoanalista, también recuerda al escritor. Desde el banco de un aula como alumno de la materia “Educación Cívica”, rememora el bendito día en que lo vio ingresar por la puerta del aula, y decir con la misma cautela con que cerraba la puerta, "Si no me traicionan, los apruebo a todos", para luego comenzar la no contemplada lectura de María, la rubia del escritor Dalmiro Sáenz. El primer cuento de una serie de relatos que el maestro ofrecía a Lupo y a sus compañeros de clase, para adentrarse en el desconocido mundo de la literatura latinoamericana.
Por su parte, el actor Carlos Santamaría interpreta al espía del Servicio de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires encargado de seguir a Conti. Otra voz que narra la historia del escritor, pero desde el verdugo, que paradójicamente termina fascinado por la prosa de Mascaró, el cazador americano (1975), su última novela. Fue la época en que también colaboró con los primeros números de la revista Crisis, los años más difíciles, en los que confesaba, “no puedo escribir cuando me están matando amigos todos los días”.
“Ego sum homo viator”, escribe en el pizarrón Darío Grandinetti frente a un alumnado revoltoso, “en el idioma de ustedes, un hombre que viaja”, explica. Una idea que atraviesa la obra de Miguel Mato y que concede un merecido final al deseo errante del escritor.

Sofía Silva
30 de junio de 2009.

Miguel Mato, Ana Yovino y Dario Grandinetti