lunes, 19 de julio de 2010

LA ESCRITURA DE LO SENSIBLE. ENTREVISTA A ZUHAIR JURY

POR FABIÁN SOBERÓN

Zuhair Jury nació en Mendoza, en el seno de una familia pobre. Publicó su primer libro de cuentos, El dependiente y otros cuentos, en 1969. Escribió, entre muchos, los guiones de las clásicas películas de Leonardo Favio: Crónica de un niño solo (1964), El dependiente (1969) y Juan Moreira (1973). Como director filmó seis películas, entre ellas, El fantástico mundo de María Montiel (1978), El largo viaje de Nahuel Pan (1995) y El piano mudo (2008), una ficción sobre la vida del músico Miguel Angel Estrella. La editorial Mil Botellas (http://milbotellas.blogspot.com) acaba de reeditar en La Plata su primer libro de cuentos con el nombre El romance del Aniceto y otros cuentos: una joya secreta de la literatura argentina.

Con un trabajo preciso en el lenguaje y un uso oportuno del suspenso narrativo, sus cuentos narran escenas absurdas de personajes crueles en un pueblo perdido. Desde un rincón de la provincia de Buenos Aires, Zuhair Jury evoca, con melancolía y rara timidez, la escritura de sus míticos cuentos.

—¿Cuándo empezó a escribir?

—Mi primera narración fue “El Romance del Aniceto”. Tenía 22 años. Y para comenzar mis excesos debo confiarle que no lo escribí porque considerara que podía acometer sucesos narrativos. Sencillamente comencé a escribirlo buscando una salida de escape a mi angustia de haber tenido —por necesidad— que abandonar mi tierra, mis cielos y mis fechorías de muchacho marginal. Así es que, como desahogo, comencé a escribir “El Aniceto” el que, de alguna forma, era yo. En un cuento posterior, “La Boliviana”, quizá pueda entenderse este estigma.

—¿Cuáles fueron los autores que consideraba precursores o referentes cuando escribió el libro que se acaba de reeditar?

—Nosotros no hemos tenido formación cultural. Yo apenas he cursado el cuarto grado primario. Pero sí recuerdo, como cosa particular a lo sensible, que en el rancho en que vivíamos, siendo muchacho, abrí una vez una Biblia, y la primera frase, “Y en el principio era el caos”, causó en mí, desde la concepción puramente narrativa una conmoción que aún hoy perdura. Recuerdo, también haber leído La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela. Y posteriormente algunos otros autores entre los que destaco grandemente a Roberto Arlt.

—La primera edición de su libro es de 1969. ¿Ha cambiado su visión de la literatura desde aquella edición hasta hoy?

—Sí. Hoy el realismo escrito por terceros me conmueve como siempre. Pero en lo personal, ahora me es imperioso transitar por un camino en donde los personajes convivan desde el realismo con lo ilusorio, e inclusive con lo fantástico. Sobre este asunto tengo un trabajo que explicaría mejor lo que digo.

—¿Cómo ve hoy su libro El Romance del Aniceto?

—Considero que tiene, aún hoy, cosas atendibles. Hay en sus cuentos un trabajo preciso con el lenguaje y un oportuno uso del suspenso narrativo. También se lee una estructura sólida en cada cuento y una aproximación a la estética realista. Creo que hay un cruce logrado entre precisión formal y atmósfera social (escenarios de pobres, miseria pueblerina), dos aspectos que en ocasiones van separados en otros narradores.

—¿Le preocupa tanto el trabajo formal como el tema o la atmósfera social en sus cuentos? ¿Cómo ve esta relación?

—Me siento en conflicto para explicar lo que usted pregunta... Dividir la formalidad estética de la cual pueda emerger lo social, es un discernimiento que me cuesta dilucidar. Si en mis trabajos aparecen estas interrelaciones, brotan naturales sin advertencias de que están ocurriendo.

—“El dependiente” es casi una novela corta. ¿El proceso de escritura de este texto fue similar a la escritura de los cuentos más breves?

—No. En “El dependiente” la índole de los personajes “apresa” al narrador y lo obliga a la lasitud, a irlos desmenuzando en sus detalles mínimos, pues están constituidos de infinitas pequeñas miserias; de ahí que casi se me haya ido a novela corta. Los otros, no. En algunos he rozado la simbología más que la narrativa en sí, por ejemplo: “De un sucedido”.

—¿Para usted hay diferencias entre la escritura de una novela breve y un cuento corto?

—Sí, aunque parecen primos hermanos. El cuento corto está obligado a ser taxativo y obrar rotundo.

—Creo que “El dependiente” puede ser leído como un cuento kafkiano. ¿Le interesa el absurdo como recurso narrativo?

—Me interesa el absurdo, no como recurso narrativo sino porque la vida participa más de ello.

—¿Cómo construyó “El dependiente”, ese cuento extraordinario?

—“El dependiente”, como todos los demás cuentos, es parte de la gente de aquel pueblo del que le hablaba. Allí, en mi adolescencia fui despertando a la composición humana que va de lo maravilloso a lo brutal. Y consideré muy necesario documentar a estos personajes de existencias tan chatas que orillan lo siniestro.

—Bioy Casares estaba descontento con las versiones cinematográficas de su cuentos y novelas. ¿Siente que las películas de Leonardo Favio basadas en sus cuentos le han hecho justicia a esos relatos?

—Más que justicia, los engrandeció.

—En la mayoría de los cuentos la poesía se expande como un mar. ¿Es un rasgo circunstancial la marca de la poesía en su prosa? ¿O cree que es el resultado de un trabajo minucioso con el lenguaje?

—Si es que devienen zonas que se aproximan a un ritmo poético, quizá se pueda deber a un muy profundo amor a la palabra, pero si esto ocurre no es porque yo obre buscando ese hecho, que por otra parte considero peligrosísimo. Creo que si suceden rasgos poéticos en narrativa, éstos deben ser más presumidos que advertidos como “intencionalidad”. Aún después de editado, he advertido en dos o tres zonas el peligro del que hablo, pues en esas zonas el giro de la prosa ha caído casi a prosa rimada sin que haya habido intencionalidad de mi parte. Pero también lo entiendo y lo legitimo, pues es mi forma de sentir.

—Usted es guionista, realizador cinematográfico y escritor. ¿Con cuál de estos oficios se siente más cómodo?

—Con casi todos por igual, aunque la narrativa me es más entrañable.

—¿Cómo entiende la relación entre literatura y cine? ¿Cree que es conflictiva?

—Muy conflictiva. Porque la narrativa literaria contiene entre otras cosas introspección. Ejemplo: Al sacar entrada en el bailable, el Aniceto pide “Una, caballero... —y como siempre, la palabra lo hizo sentir ridículo, le resultaba ampulosa, como pedida desde la montura de un caballo de naipe”. Esta aclaración sensorial que permite la narrativa, y que a su vez le da al lector la advertencia de que el personaje, mas allá de su rusticidad, es de una sensibilidad especial, es intransferible al cine.

Entrevista publicada en el diario La Capital de Rosario, el lunes 19 de julio de 2010.

domingo, 18 de julio de 2010

CUATRO FICCIONES PARA LILIANA HEKER

Definiendo como “un acto heroico” a la presencia del público en una de las noches más frías del año, la escritora Liliana Heker estuvo el jueves pasado en el Centro Cultural Islas Malvinas, dentro del ciclo organizado por la Editorial Mil Botellas. Al cabo de una hora y media, la novelista y cuentista se mostró dispuesta a hablar de literatura, tanto de su obra como de sus inicios, en esos intensos años sesenta. Abriendo sus manos pequeñas desde el pecho, una y otra vez, Heker reconoció que si bien estudió Física, desde los 16 años se asumió como escritora: “Supe que la ciencia no me expresaba y la literatura sí”. Buscando una revista de literatura que no sea “reaccionaria y aburrida”, y luego de enviar una carta y un poema, pasó a formar parte de El grillo de papel, publicada entre 1959 y fines de 1960, de la cual llegaría a ser subdirectora.
Y recordó lo que le dijo Abelardo Castillo: “el poema es muy malo, pero en la carta se nota que sos escritora”. En 1961, fundaría junto a Castillo la mítica El escarabajo de oro. Por esta revista pasaron la mayoría de los escritores de la generación del 60. “Todos escribían con mucho rigor y no es exagerado decir que toda una generación de cuentistas publicó allí”, afirmó Heker, quien además destacó que “nunca hubo dos números seguidos con el mismo staff”, dando cuenta de la cantidad única de autores. El escarabajo de oro debió interrumpir sus publicaciones en 1974 a causa de la inflación, consecuencia de la política económica conocida como el Rodrigazo. De esos años, Heker, recordó los rebusques que hacían para vender la revista y los ruegos a los vendedores de los kioscos para cobrar. A fines de 1977, cuando junto a Silvia Iparraguirre y Abelardo Castillo, crearon El Ornitorrinco, una nueva publicación literaria que duró hasta 1986. Una revista también hecha a pulmón aunque en otro contexto, en plena dictadura militar. Ya no se juntaban en cafés, sino en casas y no había contacto con los lectores. Fue en 1978, que Heker comenzó a dictar talleres, actividad que aún ejerce: “el ámbito de los talleres literarios era un espacio de libertad donde se podía leer lo que quisiera”. En su primer grupo participó la escritora de literatura infantil Silvia Schujer y de los últimos que coordinó surgieron nombres de la narrativa actual como Samantha Schweblin, Guillermo Martínez y Pablo Ramos. Consultada sobre su modo de escribir, la autora dijo que “la búsqueda del texto lleva mucho trabajo. A veces uno encuentra algo como si le cantara en la oreja, pero eso es infrecuente”. Calificando a “mercado” como una palabra nefasta y a “best seller” como palabra aterradora, afirmó que “comparado con la tendencia actual escribo poco” y sentenció: “el libro debe abrirse paso de a poco y su mejor destino es permanecer”. El ciclo Cuatro Ficciones se reanudará el jueves 5 de agosto con un mes dedicado a documentales sobre poetas y escritores.


Mauro Basiuk
Foto: Delfina Magnoni
Nota publicada en el diario Diagonales el domingo 18 de julio de 2010.

sábado, 10 de julio de 2010

Una mirada del país a través de las mujeres


Para María Rosa Lojo, el entorno familiar resulta fundante de una identidad. De ahí que el encuentro del jueves pasado en el Centro Cultural Islas Malvinas, haya rondado entre la España de sus padres, patria siempre imaginada, y una Argentina aún por conocer y que la encuentra anclada en Castelar, barrio de jardines y árboles frutales.
Dos patrias, dos mundos, que sólo la literatura pudo unir. “La literatura es la manera que tengo de relacionarme con el mundo, de instalarme en él”, expresó Lojo. Su última novela, Árbol de familia (2010), escrita a base de preguntas a familiares, cartas y recuerdos, es el meollo de esta cuestión identitaria. Mezcla de un padre republicano y galés que vino al país exiliado por la Guerra Civil, y una madre castellana, cristiana y con un cuaderno sin espacio para un nuevo poema.
Árbol de familia es un libro que recién ahora publicó y que fue madurando, ya lejos de esas voces de península. A la pregunta de porqué el libro, la autora confesó, “porque después de muchos años pude dar con una mirada más fraterna y menos juzgadora de ese pasado”.
María Rosa Lojo recordó su primera relación con la literatura a partir de una minibiblioteca argentina que le regaló su padre. Se alineaban en un estante, también minúsculo, Recuerdos de Provincia de Domingo F. Sarmiento; Fausto de Estanislao del Campo; las Bases de Juan Bautista Alberdi y el Martín Fierro de José Hernández. Convivía también, el relato "Siete platos de arroz con leche" mediante el cual conoció Lucio V. Mansilla escritor y a "todo un mundo hispanocriollo que hasta el día de hoy siento atractivo”. Colección de libros en miniatura que creció y pobló luego sus novelas e investigaciones académicas. “Mis libros son una saga de una Argentina nativa y adoptiva”, puntualizó la escritora que además de ensayista y novelista, es poeta.
Pero la historia del país, que interesa a María Rosa Lojo, no sólo es escrita por los escritores canónicos. Para la autora es aquella que se encuentra más cerca de la pérdida que de la memoria. Muchos de sus puntos de interés residen en personajes como Eduarda Mansilla, hermana de Lucio V. Mansilla, y que eligió homenajear en Una mujer de fin de siglo, o la admirada Manuelita Rosas de Terrero, hija de don Juan Manuel de Rosas, que retrata en La princesa federal. Ambos personajes olvidados por el país vidriera que relata la historia oficial.
Y a esas mujeres, la escritora agregó otros nombres como el de la pianista Delfina Bunge y de otra colegas como Juana Manso, Alfonsina Storni, Victoria Ocampo, Clarice Lispector, Nélida Piñón. Punteó una lista de mujeres que transgredieron el espacio de “puertas adentro” y se pensaron de una vez, activistas de la vida política del país.
La cuestión de género tan imbricada hasta el día hoy, llevó a Lojo a reflexionar sobre su propio oficio y sus prejuicios: “hoy se asoma otro clima, no sólo las mujeres sino también los hombres reivindican otro modelo de mujer”.
Junto a un público ansioso de preguntas y comentarios, Lojo, opinó sobre la existencia de una mirada femenina o masculina a hallarse en los textos, cosa que todavía no tiene resulta pero que sin embargo explicó que “no sé si existe una forma, pero algo de lo que estoy segura es que no creo en la consolidación de clichés. En una literatura de mercado como la de Isabel Allende o Ángeles Mastretta que pautan sobre qué temas y cómo debe escribir una mujer”.
El ciclo Cuatro Ficciones sigue el jueves 15, la última mesa del mes julio, denominada “Crítica y ficción”. La invitada será otra mujer: Liliana Heker, también escritora y con una importante trayectoria en el oficio.

Sofía Silva
Fotos: Delfina Magnoni

Nota publicada en el diario Diagonales, el domingo 11 de julio de 2010-


María Rosa Lojo luego de la charla

sábado, 3 de julio de 2010

TRES PROPUESTAS

Un click sobre la imagen para ampliarla

Fuente: Agencia DIB. Nota publicada el lunes 21 de junio de 2010 en el suplemento EXTRA.