sábado, 30 de mayo de 2009

JUAN CARLOS JARA Y SU LIBRO SOBRE CÁTULO CASTILLO

Norberto Galasso y Juan Carlos Jara en el Centro Cultural Islas Malvinas


¿Cuántas facetas tiene un hombre? ¿Se puede ser compositor de tango, autor de novelas y cuentos, astrólogo aficionado, boxeador, periodista, dirigente gremial y uno de los poetas argentinos más importantes del siglo XX? La respuesta es uno de los ejes de Barro de arrabal. Vida de Cátulo Castillo, libro del periodista e historiador platense Juan Carlos Jara. Esta obra forma parte de la colección “Nomeolvides” del Instituto Arturo Jauretche y fue presentada el jueves pasado en el Ciclo Cuatro Ficciones, organizado por el Grupo Editor Mil Botellas en el Centro Cultural Islas Malvinas. Acompañaron al autor del libro, el periodista y escritor Norberto Galasso y Marco Aurelio Roselli, director del Instituto Jauretche.
A lo largo de la charla se comentaron anécdotas de Cátulo Castillo que lo pintan tal cual era. Por ejemplo, que se dedicaba a recoger perros de la calle en Ciudad Evita convirtiéndose en una suerte de veterinario sin título del barrio, o de un encuentro con Perón en 1953 en una Unidad Básica dirigida por la actriz Fanny Navarro, donde el entonces presidente le dijo: “La cultura es popular o no es cultura”, y le ofreció la presidencia de la Comisión Nacional de Cultura, cargo que el compositor de tangos ejerció hasta el golpe de 1955.
Norberto Galasso emparentó la figura de Castillo con otros poetas magistrales que fueron silenciados durante años por su adhesión al peronismo, como Enrique Santos Discépolo y Homero Manzi. Y habló de “la clase dominante que controlando editoriales y diarios enseñó una historia falsa y dio importancia a escritores que se ponían al margen de los anhelos del pueblo”. Utilizó, para graficar esa idea, la figura de Borges de quien dijo que “tuvo la desgracia de encontrarse en el camino a Victoria Ocampo” y que “basaba sus emociones en cubitos de hielo”.
Según las opiniones de Jara, Galasso y Roselli, Cátulo Castillo entra en la categoría de los malditos, aquellos personajes silenciados por la cultura oficial. Y para darle más tinte político, sostuvieron que Castillo representaba la figura del poeta depuesto.
La charla culminó con un show musical presentado por Carmencita Miranda donde el bandoneonista Daniel Martínez Prícolo y las voces de Juan Carlos Galvani, interpretando Anoche y Fabián Spinelli, entonando Tinta roja, La última curda y Desencuentro. Otra forma de continuar disfrutando de las letras de Cátulo, las mismas que hablaban “de la cultura de la orilla”, según la definición de Juan Carlos Jara.
El jueves 28 a las 19.30 horas se cierra el mes de biografías con las presencias de Carlos Vallina, co-autor de El cine quema. Raymundo Gleyzer, Ricardo Petraglia, quien escribió Estela. La muerte de una hija que parió una abuela y Felipe Celesia, co-autor de La ley y las armas. Biografía de Rodolfo Ortega Peña.

Juan Manuel Bellini
Nota publicada en Diagonales, martes 29 de mayo de 2009.

lunes, 25 de mayo de 2009

UN HORIZONTE DE REGRESO


RESCATES
Un horizonte de regreso


Clásicos esquivos, siempre al borde del olvido, persistentemente marginales, Alias Gardelito y Kid Ñandubay, dos novelas cortas de Bernardo Kordon,
vuelven al ruedo a siete años de la muerte del autor.

Por Damian Huergo
Alias Gardelito- Kid Ñandubay
Bernardo Kordon

Mil Botellas
175 páginas

Hay tres hombres para tres papeles. El primero representa a un cantor de tangos, el segundo a un boxeador y el tercero a un escritor porteño. Los tres son marginales y viajeros. Ninguno puede seguir el libreto a rajatabla. El guión está lleno de agujeros por donde se cuela la historia de cada hombre, que interfiere con el papel que eligió representar. Sin embargo, los tres hombres siguen avanzando con la mirada hacia arriba y el cuerpo erguido, como si estuviesen haciendo equilibrio sobre una cuerda tensada. El cantor de tangos y el boxeador se llaman, respectivamente, Toribio Torres “Alias Gardelito” y Jacobo Berstein apodado Kid Ñandubay; ambos son los personajes principales que emprenden el camino del antihéroe en las dos novelas cortas del tercer hombre, el “escritor porteño”, Bernardo Kordon. Desde su primer libro (La Vuelta de Rocha) publicado cuando sólo tenía 21 años, hizo del lenguaje de los cafés, pensiones, fondas y milongas de Buenos Aires su único territorio firme.

A diferencia de Nicolás Olivari y de otros contemporáneos, Kordon no se maravilló por el cine de Hollywood ni por el modelo de mujer que exportaba sino que apuntó la mirada hacia la Europa del cine de Rossellini, de Visconti, a la Europa de posguerra, del hombre solo, que avanza sobre un territorio devastado y un futuro a construir. En su obra las marcas del neorrealismo –no solo el de la pantalla, sino también la literatura de Pavese y Vittorini– se ven en la fragmentación del espacio y el tiempo, y en especial en la elección de las historias del hombre común que le interesa contar.

En Alias Gardelito (1956) el joven Toribio Torres llega a Buenos Aires dejando atrás Tucumán, para cumplir su sueño de ser cantor de tangos. Pronto comprende que en la ciudad hay otro sistema moral; la voz paterna que dice lo que está bien y lo que está mal se diluye ante la racionalidad del dinero. Toribio, que vive con sus tíos, analiza dos opciones: transformarse en un hombre como su tío que anda de changa en changa o salir a la calle para aprovecharse de esa “especie de gente que no sólo acepta, sino que necesita del engaño, y paga por eso”. Toribio elige la calle, mientras sigue soñando con interpretar el papel del cantor de tangos hasta el suspiro final. En Kid Ñandubay (1971) Jacobo Berstein hace el camino inverso: viaja del centro a la periferia para ser campeón de boxeo. Recorre las provincias del litoral boxeando en cuadriláteros de poca monta, aunque los vive como si estuviese en el Luna Park.

Los hombres de Kordon, como los de Arlt, rompen con la norma realista del fuerte humillando al débil. En ellos la humillación y el engaño se dan entre pares, de un modo horizontal. Por ejemplo, Toribio Torres no duda en escaparse con el traje de un amigo para probar suerte como cantante de tango, ni tiene escrúpulos en robarle un reloj bañado en oro a la prostituta que le da sexo y comida en la pensión de donde escapó sin pagar. Pedro Lipcovich dijo que el engaño es uno de los hilos narrativos que cruza su obra; empero ese engaño minúsculo, pícaro, contado con la gracia del resignado, Kordon lo justifica por su correlato político: el engaño es la estrategia del hombre moderno, el modo de subsistir para escapar de la enajenación del sistema capitalista. “Una ferretería no es lugar para un boxeador”, dice Jacobo Berstein; “yo soy artista”, dice Toribio Torres al ver la pila de platos para lavar que tiene el peón que trabaja en el restaurante de la pensión.

Como muchos escritores de izquierda de la Argentina, Kordon quedó encajonado con el sello del realismo crítico. Sin embargo en su amplia obra hay perlas borgeanas como Estación Terminal; cuentos fantásticos como Un viejo camión de guerra (incluido en la Antología del cuento extraño de Rodolfo Walsh) y ensayos sobre la cultura oriental (una de sus grandes pasiones fue China y su Revolución, y pudo en uno de sus viajes entrevistar a Mao Tse-tung); la negritud, el tango y la literatura de países vecinos.

A lo largo del siglo veinte Kordon marcó la hoja de ruta de una tradición literaria –Viñas, Soriano, Briante, Sasturain, Saccomanno, Gandolfo, Olguín– que apostó y apuesta a la literatura como una herramienta para leer lo cultural e intervenir en la sociedad. Su “literatura nómade” circuló durante años entre los lectores como un secreto; es para celebrar que a siete años de su fallecimiento en la tierra de su último amor –la chilena Marina– siga abriendo caminos a nuevos lectores y narradores.

Nota publicada en Radar Libros de Página/12, el sábado 16 de mayo de 2009.

miércoles, 20 de mayo de 2009

EL MAESTRO Y EL DISCÍPULO

Juanjo Carmona y Víctor Pintos

El ciclo Cuatro ficciones, realizado en el Centro Cultural Islas Malvinas, luego de tres semanas de ausencia retomó sus actividades el jueves pasado, inaugurando el mes de biografías, en este caso sobre libros de rock. Los dos invitados pertenecen a diferentes generaciones. Víctor Pintos comenzó su carrera periodística a principios de la década del ochenta en la mítica revista El expreso imaginario, cuando Juanjo Carmona, el otro invitado, cumplía sus primeros años. Fue Carmona, autor de El paladín de la libertad, biografía de Miguel Abuelo, quien rindió una especie de homenaje en público a Víctor Pintos: “sin su libro yo no hubiese escrito el mío”, en referencia a Tanguito, la verdadera historia, del año 1997.
Dentro del rock, las biografías escritas por Carmona y de Pintos son casi una excepción. Salvo la de Gloria Guerrero sobre el Indio Solari, no hay demasiados trabajos sobre personajes del rock. Víctor Pintos amplió la idea sobre la ausencia de biografías, al destacar que “personajes sobre los que escribir en el país hay muchos, y sin embargo, pocos trabajos. No hay por ejemplo, una biografía sobre el Cuchi Leguizamón o sobre Aníbal Troilo”. Juanjo Carmona nombró a Mezo Bigarrena, compositor vasco que se suicidó en los bosques de Palermo en 1993. “Es un personaje que me apasionada. Un talento olvidado y al que se le debe una biografía”.
Víctor Pintos, a partir de una pregunta del público, se encargó de diferenciar su libro con la película Tango Feroz, de Marcelo Piñeyro, del año 1993. “Yo escribí una biografía, contrastando testimonios, buscando la certeza en cada testimonio. Piñeyro recrea la leyenda de Tanguito, no se preocupa por la verdad. Por eso, es una buena película de entretenimiento, no una biografía”, aclaró Pintos, quien actualmente coordinada el sitio “rock com.ar”, dedicado a la música nacional. Sobre Miguel Abuelo hubo algunos productores interesados en llevar el libro a película, pero los propios familiares del fundador de Los Abuelos de la Nada impidieron esa posibilidad. Juanjo Carmona actualmente dirige la productora “Conexión tierra”, encargada de eventos culturales y de espectáculos, entre ellos, el festival internacional de tango.
La charla abundó en anécdotas, una forma de retratar esos primeros años del rock nacional. Juanjo Carmona recordó los años de Miguel Abuelo en la cárcel de Ibiza, en 1979, donde convivió con una temible banda de delincuentes, especialistas en robos de bancos, y con quienes entabló una relación estrecha. Cuando la banda se fugó del penal, su jefe le dejó un par de sandalias hindúes como gesto de cariño por Miguel. Víctor Pintos eligió al baterista Oscar Moro, amigo de Tanguito en Los Gatos. El talentoso baterista del rock nacional se presentaba en cada show con un famoso traje de madera, en referencia a una vestimenta anticuada y rígida. Un día Los Gatos fueron invitados a un show televisivo y a Moro se le rompió el traje, por lo que debió tocar de perfil a la cámara y tapado por un platillo de la batería.
El ciclo, organizado por el Grupo Editor Mil Botellas, continuará el próximo jueves con la presentación de la biografía del compositor de tangos Cátulo Castillo. Estarán presentes su autor, el historiador Juan Carlos Jara, el escritor y periodista Norberto Galasso, y Marco Rosselli el responsable de la edición. Para cerrar, un grupo musical interpretará algunos tangos.

Ramón D. Tarruella
Nota publicada en Diagonales, el miércoles 20 de mayo de 2009.