lunes, 31 de octubre de 2011

LA OBSESIÓN Y EL MURMULLO

Hebe Uhart y Mariana Enríquez

Hebe Uhart y Mariana Enríquez, invitadas al ciclo literario organizado por la Editorial Mil Botellas del jueves pasado, mezclaron juventud y experiencia. A pesar de las diferencias de edad y de haber comenzado a publicar en épocas muy diferentes (Uhart en los sesenta y Enríquez a inicios de los noventa), ambas entraron en el mundillo editorial de manera singular. Así, por ejemplo, Hebe recordó que su primer libro lo pagó ella, “y no hice presentación, porque no sabía que se hacían”. Por su parte, Mariana no debió sufrir la angustia del primer libro: “lo primero que escribí me lo publicaron”, y contó como le llegó, casi de casualidad, su libro a manos de Juan Forn, su editor de entonces. Esa experiencia le permitió un aprendizaje intensivo durante la corrección de Bajar es lo peor (1994). “Una novela de jóvenes y drogas, que era lo que la editorial estaba buscando”, dijo Mariana.
En cuanto al lugar que ocupa la escritura en sus vidas, ambas se presentaron como narradoras en estado puro, dejando en claro que para ellas es tan natural como respirar. La relación con el libro que escriben es una obsesión que sólo se termina con la publicación, para volver a un nuevo proyecto, y así una nueva obsesión. “Al escritor lo único que debe importarle es escribir lo mejor que pueda”, afirmó Uhart a quien la exposición mediática y las modas la tienen sin cuidado. Mariana, por su parte, periodista de profesión en medios gráficos, definió a la literatura como “ese lugar que me genera un poco de pudor”, diferenciándolo del periodismo por ese rasgo de intimidad e imaginación propio de la ficción.
“El rol social del escritor”, fue una de las preguntas planteadas por el público, aprovechando el espacio que genera el ciclo para que los lectores puedan interactuar con los invitados. Hebe Uhart, citando al gran cuentista ruso Antón Chéjov (1860-1904), dijo que el escritor lo único que hace es plantear un problema, agregando que ella busca con su obra “algo que no sabe qué es ni por qué lo busca”. Mariana Enríquez agregó que es difícil hablar de rol social del escritor, porque la mayoría de las veces no se tiene conciencia del lector cuando se escribe. En todo caso, “el escritor, como todo artista, termina siendo, conciente o inconcientemente, una antena de su época”, concluyó.
Por último, hablando acerca del trabajo del escritor, Hebe dijo que “la literatura es caos y disciplina”, haciendo hincapié en el esfuerzo y la búsqueda constante, junto con la inspiración para crear con libertad y soltura. Su método de trabajo consiste en pensar mucho sus temas, concebir la idea y luego sí sentarse a escribir. Para Mariana el proceso creativo “nace como un murmullo que se convierte en obsesión”, razón por la cual el tema empieza a formar parte de su vida cotidiana hasta que se convierte en literatura.
En noviembre el ciclo estará dedicado a las biografías. El próximo jueves, Felipe Celesia y Pablo Waisberg presentarán su libro: Firmenich, la historia jamás contada del jefe montonero.

Emmanuel Burgueño
Nota publicada en el diario Diagonales, el lunes 31 de octubre de 2011.
CRÉDITO DE FOTO: ARCHIVO MIL BOTELLAS

lunes, 24 de octubre de 2011

LA LITERATURA POR UN "REVISTERO" Y UN MÚSICO

Sergio Olguín y Pablo Ramos
Los escritores Sergio Olguín y Pablo Ramos, pasaron por el Ciclo Cuatro Ficciones que la editorial Mil Botellas organiza en el Centro Cultural Islas Malvinas, y compartieron un sinfín de anécdotas, lecturas y experiencias sobre el oficio. Olguín ubicó sus inicios como escritor a los diez años, con una primera novela, inédita, abandonada ahora por algún cajón de la casa de sus padres, en Lanús, lugar donde pasó su infancia. La novela tenía como protagonista a su perro, y la tituló “Lobo, mi buen amigo”. Al contrario de la novela, el perro era un peligro, no se dejaba vacunar y andaba mordiendo a la gente de todo el barrio. Fue “una suerte de copia de Platero y yo”, confesó, entre risas, el autor de Oscura monótona sangre (2009).
Pablo Ramos, a modo de bautismo, recordó una crítica despiadada que le hizo el escritor Abelardo Castillo a uno de sus cuentos, el primer día que comenzaba su taller literario. Además citó un consejo de la narradora Liliana Heker: “tal vez no llegues a hacer importante para la literatura, pero la literatura sí es muy importante para vos”. Dos situaciones que el autor de El origen de la tristeza (2004), según contó, las piensa como “fundamentales”.
La revista “V de Vian” ocupó buena parte de la charla. Un proyecto que Olguín puso en marcha junto a Pedro B. Rey y Claudio Zeiger, después de abandonar la carrera de Filosofía y Letras. La revista pensaba en el “lector común” y se propuso hacer “lo que quería”. “La idea siempre fue que la publicación sea de cultura en general, para la que la gente se enganchara de paso con la literatura”, expresó Olguín. Además se autodefinió revistero, “muy revistero”, resaltó. Cosa que se hace evidente, al ser miembro actual del consejo de dirección de “Lamujerdemivida”. Y antes, de otra conocida revista: “El amante”; una publicación sobre cine, un proyecto paralelo a “V de Vian” y que hizo época en la década del noventa.
Además de Boris Vian y La espuma de los días, Olguín nombró una lista de autores de cabecera: Jorge Asís, Enrique Medina, Ricardo Piglia, George Simenon y la novela Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato. Nombró, entre sus favoritos, a autores contemporáneos como Eduardo Sacheri, Claudia Piñeiro y Juan Incardona sin olvidar “toda la poesía argentina de los años ´50” que incluye autores como Alberto Vanasco, Edgar Bayley, Mario Trejo y César Fernández Moreno. También sumó a la lista al francés Albert Camus.
Pablo Ramos, en cambio, prefirió encabezar el inventario con Jean-Paul Sartre, y siguió enumerando nombres: al poeta alemán Rainer Maria Rilke, a Humberto Constantini, Roberto Arlt, Manuel Puig, Abelardo Castillo, Ernest Hemingway, John Cheever y Raymond Carver.
Para Ramos el proceso de creación además de caótico le resulta “muy tortuoso”, según reveló. Tiene como devoción una frase de Isak Dinesen pegada en su escritorio que reza: “escribir todos los días un poco sin esperanza, pero sin desesperar”. Contó que se dispone frente a la PC sin una idea, pero que sin embargo precisa nada menos que “toda una habitación empapelada” con frases, ideas sueltas y los posibles movimientos de sus protagonistas para empezar a escribir. Ramos compartió con Olguín su preocupación por los personajes. De hecho, El origen de la tristeza (2004) y La ley de la ferocidad (2007) comparten como personaje a Gabriel Reyes.
Olguín, por su parte, necesita jugar al Age of Empire para “limpiarse de preocupaciones” y meterse así, de lleno en los personajes. Según dijo, siempre tiene una excusa maravillosa para no sentarse a escribir, pero una vez que lo consigue, rito del juego mediante, logra una concentración tan afanosa que le permite dar con la escritura en cualquier parte, entre sus hijos que va de un lado a otro. “O con la televisión prendida y el olor a comida que llega desde la cocina”, detalló el autor de Filo (2003).
Hacia el final de la charla, Ramos declaró que su sueño siempre fue ser “cantante de rock” y habló del proyecto que hace unos años comenzaron con el cantautor Gabo Ferro. Proyecto a cuatro manos y que hoy le permite escribir canciones, o a la inversa, cantar las letras que compone Ferro. “Con Gabo tenemos un amigo librero que nos presentó. A él le dio a leer mi primer libro de poemas Lo pasado pisado (1997) y a mí me pasó un disco para que lo escuchara”. A partir de esa presentación no descansaron hasta sacar “una de las publicaciones más importantes de mi vida”, señaló Ramos, el disco El hambre y las ganas de comer (2010).
Además del proyecto con Ferro, Pablo Ramos está escribiendo una novela Los ángeles también deben morir, y cuenta con un libro de cuentos listo para publicar, El camino de la luna. Sergio Olguín acaba de poner punto final a una novela, La fragilidad de los cuerpos, un policial clásico, según anticipó.
El próximo jueves en el Centro Cultural Islas Malvinas, a las 19.30hs, el mes de conversaciones cierra con otra mesa de lujo. Se presentarán las escritoras Hebe Uhart y Mariana Enríquez.

Sofía Silva
Nota publicada en el diario Diagonales el lunes 24 de octubre de 2011.
FOTO: ARCHIVO MIL BOTELLAS.

jueves, 20 de octubre de 2011

El oficio de la espera

El jueves pasado, en el Centro Cultural Islas Malvinas, Gustavo Ferreyra y Jorge Consiglio, propusieron una auténtica reunión de dos amigos que no sólo comparten el oficio y forman parte de la misma generación, sino que se admiran entre sí, han recorrido un camino parecido y en los últimos años, han tenido un genuino reconocimiento de sus pares.
Ambos comenzaron a publicar ya siendo grandes, en la década del noventa, por lo que hubo un largo trabajo en silencio y en soledad antes de la edición del primer libro. “Es lo opuesto a lo que dice Lamborghini, eso de editar y luego escribir”, reconoció Gustavo Ferreyra, sociólogo y docente. “Creo que tuvimos una formación, por fuera de Puán. Yo no tenía amigos ni conocía a escritores. Eso fue luego de que comenzara a publicar”, agregó. Su primera novela, El amparo, salió en 1994. Incluso siendo ya profesor de Sociología nunca se asumía como escritor, “más allá que escribo desde siempre”.
Algo parecido ocurrió con Jorge Consiglio, aunque él se recibió de Licenciado en Letras en la Universidad de Buenos Aires, justamente en Puán. “Cuando comencé Letras yo escribía poemas, cuentos, pero la carrera me obstruyó, no me facilitó la escritura”, comentó Jorge Consiglio. Sus primeros libros fueron de poesía y en sus años de estudiante formó parte de una editorial casera, junto a Federico Jeanmaire, quien pasó por el ciclo el jueves anterior. “Hace años atrás había menos editoriales y pocos lugares para publicar y eso no facilitaba la edición”, acotó Consiglio.
Ante la pregunta de cada encuentro sobre los inicios como escritor, Gustavo Ferreyra ilustró esos comienzos con una anécdota:”yo estudiaba en un Industrial y detrás de los planos, de los dibujos de un horno, de una instalación, escribía poemas”. Y fue gracias al éxito de las novelas de Isabel Allende, en los años noventa, que la editorial Sudamericana se animó a editar a nuevos autores. Entre ellos, Gustavo Ferreyra, autor inédito en esos años.
Ambos escritores están catalogados como una literatura sórdida, con cierto pesimismo. “Uno es fiel a su imaginario. ¿Qué leo yo? Onetti, Coetzee, Arlt. Cada uno de esos autores responde a mi imaginario”, explicó Consiglio, autor de la novela Pequeñas intenciones, que la presentará en Buenos Aires el mismo Gustavo Ferreyra, a principios de noviembre. En el caso de Ferreyra, según palabras del mismo Consiglio, las dos últimas novelas, Piquito de oro (2009) y Dóberman (2010), lo sórdido es acompañado por el humor, cierta ironía. “En Piquito la política surge de inmediato, con nombres propios. Duhalde, los asesinatos de Kosteki y Santillán”, dijo Ferreyra. Para Consiglio, su conflicto en la relación de la literatura y la política “es que los nombres cotidianos se mueven como algo contemporáneo”.
El libro de cuentos El otro lado, de Jorge Consiglio, acumuló elogios en medios y en colegas. Un género al que él recurre entre la escritura de una y otra novela. “Yo escribo cuentos con mayor precisión, buscando el estilo en cada oración, en cada párrafo. Eso me lo permite el cuento y no la novela”, agregó. En el caso de Ferreyra, más allá que tiene un libro de cuentos, El perdón (1997), la novela es el género elegido. “Yo estoy dedicado a la novela, me he situado en la novela”, aclaró. Ambos siguen escribiendo, ahora contando con el interés de las editoriales. Incluso Consiglio ya tiene el titulo de su próxima novela, Hotel Posadas, “que desde una historia personal me meto de lleno en la política, situada en los años setenta”.
El ciclo continúa el jueves próximo con la presencia de los escritores Pablo Ramos y Sergio Olguín, dos escritores de la misma generación, siempre los jueves a las 19:30 hs.

Ramón D. Tarruella
Nota publicada el domingo 16 de octubre de 2011 en el dia
rio Diagonales




martes, 11 de octubre de 2011

El escritor y su lengua


Hablé por los dos”, dijo el escritor Federico Jeanmaire, el pasado jueves, al finalizar la charla organizada por la Editorial Mil Botellas en el Centro Cultural Islas Malvinas. El comentario hacía alusión al imprevisto que impidió la presencia con Luis Chitarroni, ausente con aviso a pocas horas del inicio de la tertulia.
Al ser consultado sobre sus comienzos en la literatura, el autor de Más liviano que el aire, novela que ganó el premio Clarín 2009, mencionó a su padre: “un hombre que no hablaba, se la pasaba leyendo como no vi a nadie en mi vida; aprendí a leer y a escribir a los cuatro años y le pasaba papelitos por debajo de los libros para lograr que jugara conmigo. Escribir era una forma de conquistarlo”.
Con el tiempo descubrió que la idealización por su padre, que lo acercó a la escritura, era excesiva. “Hice un inventario de la enorme biblioteca y sólo rescaté dos libros que me interesaron”. Su tía, profesora de letras, lo fue guiando en las lecturas. Sin embargo, era una crítica dura y no dudó en decirle a su sobrino, tras leer su primer cuento, que dejara la ficción a los que saben.
Lejos de aceptar el consejo, siguió escribiendo y pudo “descubrir las posibilidades de la novela, ese espacio de libertad, de creación, de felicidad”. Federico Jeanmaire habló de la novela como un lugar lúdico, en donde a partir de una idea se puede escribir sin saber a donde ir, descubriendo la historia y los personajes a medida que se avanza.
“Uno es escritor por la relación que establece con la lengua, ese mundo desconocido”. En este sentido, afirmó que la tarea de quienes hacen literatura no es contar una historia, sino “desentrañar la lengua”, o por lo menos intentarlo. De ahí su interés por autores de lengua vernácula, valorando, entre otros, el aporte de Cervantes, Quevedo, Sarmiento, Di Benedetto, Cortázar y Marechal, ya que “uno escribe con su lengua y con lo que han hecho otros con esa lengua”.
De esta genealogía personal, Sarmiento mereció un párrafo aparte, por “ser el primero en encontrar la respiración del habla argentino”. Consideró que el aporte del autor de Facundo, más allá de los libros publicados, estuvo en la escritura misma, a la que calificó como la mejor de su siglo dentro de la literatura nacional. Y citó, a modo de elogio, el ambiguo comentario que le dedicara, en 1910, Ricardo Rojas en su Historia de la literatura argentina: “No sé si ponerlo dentro de los escritores argentinos: sus textos no parecen escritos, parecen hablados”.
La pregunta acerca de lo “argentino”, es una constante en la obra de Jeanmaire y ya en Un profundo vacío en el pie izquierdo (1984), su primera novela, eligió como escenario la guerra de Malvinas, a poco tiempo de ocurrido el conflicto. En el resto de sus obras, lo argentino aparecerá siempre, ya sea en las temáticas abordadas o en la textura y la construcción de los textos.
Por último, reflexionando sobre el oficio de escritor, dijo: “uno aprende más de los libros malos que de aquellos que le gustaron”. Las grandes obras se disfrutan, pero muchas veces no se consigue aprehender los mecanismos que las constituyen como tales. Caso contrario de los malos libros, según Jeanmaire, en donde el escritor puede discernir los elementos que no deberá utilizar en su propia obra.
La semana próxima, el ciclo continuará con el encuentro entre los escritores Jorge Consiglio y Gustavo Ferreyra. Como siempre, el encuentro será el jueves a las 19:30 hs. en el Centro Cultural Islas Malvinas.

Emmanuel Burgueño
FOTO: ARCHIVO MIL BOTELLAS
Nota publicada en el diario Diagonales el domingo 9 de octubre de 2011.

lunes, 3 de octubre de 2011

Oscar Steimberg, en una zona sin nombre


Oscar Steimberg, semiólogo, poeta y escritor, el jueves pasado en el Centro Cultural Islas Malvinas reanudó el ciclo de charlas literarias que organiza la editorial Mil Botellas. “¡Cómo me alegró cuando me invitaron a la charla y me dijeron que no tenía que preparar ningún tema!”, dijo apenas se inició el encuentro, respondiendo con soltura a las preguntas que llegaban desde la mesa organizadora y del público.
La brecha que hoy separa la producción académica de la literatura es justamente el lugar que Steimberg eligió a la hora de situarse y adoptar un estilo: “yo no podría dejar de hacer las dos cosas, no podría estar especializado”. Y luego bromeó, “eso es lo que empecé a pensar cuando me volví impune”.
El autor del libro de cuentos Cuerpo sin armazón (1977) maniobró la charla con algunas bromas y cambios de entonación, y por ende de sentidos. Más de una vez, remarcó su interés por esa zona “intermedia y borrosa” que cruza la literatura con la ciencia. A partir de una pregunta, Steimberg trajo a tema las revistas de los años ´60 y ´70, donde este lazo era posible. Revistas culturales como el "El escarabajo de oro" que dirigió el escritor Abelardo Castillo, o "Literal", comandada por Germán García, Luis Gusmán y Osvaldo Lamborguini y en la que Steimberg participó como colaborador: “Hasta entonces era común y natural hablar de literatura cuando se hablaba de Ciencias Sociales, y viceversa”. Por tanto, la pregunta que importunó fue: “¿Qué pasó años después con la estética de esas revistas?”.
Un siglo atrás, Karl Marx, según citó Steimberg, “no se hacía problema por escribir una biografía sobre (Honoré de) Balzac”. “Cuando terminara de escribir El capital, Marx se había propuesto dedicar todo su tiempo a escribir la gran obra sobre Balzac” y agregó que “yo no creo que Marx pensara que iba aportar menos, que fuera menos útil a las Ciencias Sociales, escribir sobre Balzac a escribir El capital”.
En el mismo sentido, se refirió a una suerte de duelo que el francés Roland Barthes formuló en un texto dirigido a un conjunto de jóvenes investigadores. La cuestión a la que aludía el texto de Barthes se centraba en la pretensión de transparencia en la escritura académica, y de neutralidad, a favor de esa objetividad a la que aspira el discurso científico. Barthes decía que se estaba promoviendo “reprimir la escritura”, y por el contrario los invitaba a pensar que ésta “no debe ser menos exigente en los textos académicos”. Para Oscar Steimberg “la exigencia de rigor en la escritura es lo que permite llegar a un pensamiento superador de los límites, las trabas, de la espontaneidad personal” y remató, “escribiendo… se piensa”.
El semiólogo y poeta, también aficionado por las historietas, habló de su amistad con Oscar Masotta y el momento en que empezó a recorrer su destino de “historietólogo”. Como hecho inaugural, recordó una conferencia sobre el personaje Patoruzú que dio en el Di Tella en los años ´60, incentivado por Masotta. “Patoruzú además de ser infinito para el análisis por su condición de indio terrateniente y demás, tenía el misterio de haber constituido la infancia de casi todos los que yo conocía”. Detalló su interés general por la forma de leer las historietas que circularon en Argentina, tanto las nacionales como las norteamericanas; aquellas leídas en simultáneo por chicos de distintas localidades del país.
Siguiendo con las amistades con las cuales compartió ideas, “amistades raras”, definió Steimberg, Fogwill fue una de ésas, también Osvaldo Lamborghini y Néstor Perlongher, entre otros. “Lo que más nos interesaba de un proyecto eran los debates, las diferencias y las peleas continuas”. Y detalló una de esas peleas, entorno al nombre de la editorial Tierra Baldía que fundaron juntos. Fogwill, con la complicidad de Steimberg, se había tomado el atrevimiento de cambiar el nombre original del sello, un instante antes de llevar el primer material a imprenta. “Waste Land” era el nombre elegido por todos, pero Fogwill propuso “Tierra Baldía” para un provecho más popular. Desprolijidad frente a la cual Lamborghini respondió enojado: “¿Por qué mierda? ¿Desde cuándo, se te ocurre poner todas las palabras en castellano? ¿Desde cuándo?”, reprodujo.
Buena parte de la charla la dedicó a otra de sus profesiones, a pensar los sentidos de las palabras que “se escuchan y se leen por ahí”, las variaciones de los discursos en firme mutación, según los medios y el paso del tiempo. “Ese movimiento me interesa”, remarcó.
Sobre el cierre del encuentro, leyó dos poemas de su autoría “Te evoco por el percal” y un fragmento de “Majestad, etc”, recientemente reeditado por la editorial de poesía Surí Porfiado.
El mes de octubre estará dedicado a conversaciones de a dos. El próximo jueves, la mesa será compartida por los escritores Luis Chitarroni y Federico Jeanmaire, como siempre, en el Auditorio del Centro Cultural Islas Malvinas y a las 19.30hs.

Sofía Silva
Nota publicada en el diario Diagonales el lunes 3 de octubre de 2011.
FOTO: ARCHIVO MILBOTELLAS