martes, 30 de junio de 2009

RESIDENCIA EN LAS CALLES

Por Juan Bautista Duizeide
Ilustración: Julio Ibarra


Para ampliar y leer nota pulsar sobre la gráfica.

Nota publicada en la revista Sudestada Nro. 79 del mes de junio de 2009.

sábado, 27 de junio de 2009

LA SUPREMACÍA DE KORDON

POR ELVIO E. GANDOLFO

Se reeditaron los dos relatos clásicos del gran m
aestro del realismo en la Argentina. Un magnífico trabajo con la lengua popular.

En la literatura realista abundan los perdedores. Y los boxeadores. Ahora, por fin, vuelven tanto uno de los mejores perdedores (Alias Gardelito) como uno de los mejores boxeadores (Kid Ñandubay) de la literatura realista argentina. Tal vez porque habría que ver hasta qué punto Bernardo Kordon, su inventor, fue verdaderamente un realista.

Toribio cree tener cierta pinta semejante a Gardel, y que podrá llegar alguna vez a personificarlo en un escenario o una radio. Pero, como le resulta más fácil, usa primero un perro para hacer pequeñas trapisondas: lo vende, después lo roba, lo vuelve a vender. Luego del perro pasa a cosas mayores, según cree, pero aunque un camandulero de más peso que él le avisa las exigencias mínimas del código de la estafa, no las cumple. De hecho, se cree a salvo de todo, incluso de las consecuencias de estafar a su probable novia o a su mejor amigo, un paraguayo que, por trabajar en una cocina, le puede pasar pequeñas solidaridades alimentarias que lo van salvando.

Así va recorriendo las calles, las pensiones, los bares y los pequeños restaurantes. Finalmente cree poder escapar, despegarse de todo el minucioso embrollo letal que él mismo ha armado, pero es apenas demasiado tarde. Aunque ahora él cree ser el traicionado, justamente “porque una vez dijo la verdad, cuando se sintió muy solo y buscó un amigo”. No alcanza a entender que a esa altura la verdad y la mentira, la perdición y la salvación, se suceden como las caras de una puerta giratoria, a toda velocidad.

El proceso parece una historia clásica de caída, pero Kordon la narra al revés, en el tono. El que narra es él, dentro de la historia y fuera de ella a la vez, y lo hace con una extraña ecuanimidad en todos los elementos: los diálogos, los ambientes, la mezcla exacta de testimonio de época y persistencia en el tiempo del texto. Además de una silenciosa filosofía propia que le impide tanto exagerar la suerte del personaje, como burlarse de él, o salvarlo forzadamente. Como es de prever, ese personaje se pasa de listo: “Toribio miraba la calle. Crecía íntimamente la impresión de que la vida era linda. Frente a él se extendía la calle, y en las calles estaban marcados todos los caminos, y allí donde regía el azar, él imponía su clase de cuentero”. El cuento mayor se lo vende a sí mismo, y se lo traga completo.

RECORRIENDO EL ESPINEL. Kid Ñandubay no es un perdedor, pero sí un boxeador que también sueña con llegar. Aunque su propia manera de respetar a los demás sin idealizarlos (como hace Kordon) le permite hacer un trayecto más cercano a los de su creador, donde importan tanto el viaje en sí como los entornos pintorescos: un circo, los lugares donde se hacen esporádicos combates de box en los pueblos del interior, zonas de derroche y desgaste, que impiden la acumulación no sólo de la fama o la profesión, sino también del más mínimo dinero, desparramado en un clásico y gran asado general.

Kordon rompe las perspectivas asentadas y paralizantes del realismo común y silvestre.

A diferencia de Alias Gardelito aquí la seca tragedia está ausente, y se impone incluso una especie de antropología del habla y los personajes de la ciudad. Como en este caso es el personaje mismo quien narra, la penetración en ambientes muy definidos y distintos es natural, inmediata. Fluye como fluye el camino. El aspirante a boxeador sabe cómo hablan “lanzas” y “fiocas” en la gran ciudad, pero no por eso se la cree. Como no derrocha su saber, mientras va llegando o no (tal vez la pelea de la fama siga esquiva) goza de cada accidente y anécdota del trayecto. Además sabe penetrar en la experiencia ajena con la misma lucidez y el mismo lenguaje inalterable y popular a la vez del propio Kordon. Por ejemplo: tiene un amigo de fierro en Lon Chaney (así le dicen). Y cuando se despiden percibe mientras lo ve irse: “Lon Chaney apenas dio vuelta la cara, como si la escondiera del manyamiento de mostrarse emocionado”.

Hay textos tan bien escritos como los de Kordon en otros realistas argentinos, como Enrique Wernicke y Eduardo Gudiño Kieffer. Pero Kordon tiene dimensiones serenamente agregadas y distintas: escribió buenos relatos de terror (“Hotel Comercio”) o hasta de ciencia ficción (“La última huelga de basureros”, que Crítica de la Argentina rescató este verano), aparte de recorrer Buenos Aires con el ojo del conocedor y el disfrute del que la recrea. Como dice en su prólogo despeinado y múltiple Germán García, su obra es “clara y extraña”. En el lector de estas historias, paradójicamente va creciendo una extraña gana de actuar, de hacer, de no quedarse quieto. Equilibradamente, Kordon rompe las perspectivas asentadas y al fin y al cabo paralizantes del realismo común y silvestre, del realismo de izquierda, del realismo patético, o hasta del realismo farandulesco o policial de hoy.

Kordon traza su propio mundo con tranquilidad, con una buena gorra sobre la cabeza, y la mira con unos anteojos gigantescos sobre los ojos, con ropa común, definida, como lo muestra la acertada foto en color de la tapa de esta edición del sello Mil Botellas de la ciudad de La Plata.

Nota publicada en el diario Crítica, el domingo 21 de junio de 2009.

martes, 23 de junio de 2009

ESTELARES, DE PELICULA


El director Gustavo “Pato” Ragadale y el cantante de Estelares Manuel Moretti cultivan una larga amistad nacida en la ciudad de La Plata, donde hace diez años llegaron a compartir el programa Usina Parlante, en Radio Provincia. Esta relación se siguió manteniendo y se convirtió en el puntapié para el documental Como un souvenir, que registra el show del grupo el 14 de noviembre del año pasado en el teatro Ópera de Buenos Aires.
El film también muestra la intimidad de la banda, a través de sus ensayos previos al recital. En varios pasajes aparece Fito Páez, quien parece sentirse muy cómodo cantando y tocando teclados con Estelares, un grupo cada vez más consolidado en la escena del rock argentino. Otra presencia de lujo es la de Mariano Martínez, guitarrista de Attaque 77.
Ragadale presentó la película en el ciclo Cuatro Ficciones, organizado por el Grupo Editor Mil Botellas, dentro del mes dedicado al género documental. En el encuentro estuvo Manuel Moretti quien dedicó palabras muy elogiosas al trabajo del director: “con una cámara armó un registro precioso de imágenes de Estelares, que no estaban en los planes de nadie”. Luego interpretó con su guitarra tres temas del grupo, y como una sorpresa de la noche, un valsecito compuesto por Homero Manzi. El numeroso público pudo así llevarse más de un souvenir: Estelares en pantalla grande, las palabras de Ragadale y las canciones de Moretti con su guitarra.
Haciendo un poco de historia, la relación del rock y el cine suele ser numerosa. Algunos films son muy recomendables, como las ficciones con toques reales que hacía Richard Lester con los Beatles o la película de Martin Scorsese con Bob Dylan. O Woodstock donde el director Mike Wadleihg registró ese mítico recital de 1969 donde actuaron Jimi Hendrix, Carlos Santana y Joan Baez, entre otros. En la Argentina se puede citar a Adiós, Sui Generis (Bebe Kamín, 1976) y Buenos Aires rock (Héctor Olivera, 1983),
El próximo jueves continúa el ciclo del mes de junio en el Centro Cultural Islas Malvinas con la proyección de Homo Viator, documental-ficción sobre el escritor Haroldo Conti, que contará con la presencia de Miguel Mato, director de la película.

Juan Manuel Bellini
Nota publicada en Diagonales, el lunes 22 de junio de 2009.

viernes, 19 de junio de 2009

LINEA SUR

Fabián Fattore y su documental, "Línea Sur"

Conocido tanto por su producción literaria como por sus artículos periodísticos, Osvaldo Soriano fue el escritor en quien pensó el cineasta Fabián Fattore para hacer un viaje por el desierto patagónico. El documental Línea Sur, dirigido por Fattore, es un relato tras las huellas de los libros de Soriano, iniciado en el tren que llega hasta Bariloche, pasando por Aguada Cecilia, Valcheta, el paraje Guardia Mitre, Ministro Ramos Mexía y terminado antes de Jacobacci, en Aguada de Guerra.
Luego de la proyección de la película, en el marco del Ciclo Cuatro Ficciones organizado por el Grupo Editor Mil Botellas en el Centro Cultural Islas Malvinas, Fattore dijo que el trabajo cinematográfico tenía su mayor punto de contacto con el escritor en la forma de construir los relatos: “la filmación se mueve en la frontera imprecisa entre el documental y la ficción, al modo de la literatura de Soriano”. Agregó, no obstante, que el disparador del documental había sido ese paisaje desnudo, “donde no hay de qué agarrarse y todo se ve en primer plano”, tal cual lo describió antes el autor de No habrá más penas ni olvidos.
La impresión que le producía el desierto patagónico y su gente, unida más por el silbido agudo del viento que por el ferrocarril, le trajeron de vuelta los relatos de Soriano sobre su infancia en Cipolletti, y las historias situadas en el sur, con esos personajes nómades, como perdedores extraviados. El propósito entonces fue que los textos guiaran el viaje; buscar así las historias de Soriano, sus protagonistas y testigos, conocer aquellos escenarios para allí reconocerlo a él.
El modo de avanzar en ese itinerario es a través de personas retratadas en imágenes opacas, que se mueven con la lentitud de un tiempo llano y abierto. Los personajes del film, además de leer fragmentos de los relatos, recrean escenas o contradicen la versión escrita de su propia anécdota, expandiendo, cada uno a su modo, el imaginario de Soriano en los textos de ficción. Aparecen, por ejemplo, un mecánico que dice haber restaurado un Torino 380, auto que compró sólo porque estaba barato, pero que distaba bastante de ser “la joyita” que se cuenta en la novela La hora sin sombras; un hombre de unos cuarenta años que luego de leer el fragmento del texto que lo involucra, ríe y niega el calificativo de ladrón que le da Soriano en Una sombra ya pronto serás, “sólo juntábamos los cables de los postes que entonces no tenían dueño”. También se eligen funciones de títeres del Circo del Surubí Sudado, donde se representa con botellas de plástico a Coluccini, equilibrista en bicicleta y personaje de la misma novela.
El documental cierra con unas líneas de Soriano que unen la propuesta visual de Fattore con la propia búsqueda del escritor: “no estoy seguro de que los relatos se tomen de la vida, creo que la vida deriva de ellos. Piratas, fantasmas y dinosaurios es un libro de ficciones y artículos, un rompecabezas que toma cuerpo en su espesor conjunto”.
El próximo jueves, a las 19.30hs, el Ciclo continúa con la proyección de Como un souvenir, documental sobre el grupo Estelares. Estarán invitados, Gustavo Ragadale, su director, y el cantante del grupo Manuel Moretti.

Verónica Stedile
Nota publicada en Diagonales, el lunes 15 de junio de 2009.

miércoles, 10 de junio de 2009

LA ESPERANZA EN GUARANÍ

Cristian Jure en Cuatro Ficciones

El género documental ha proliferado en los últimos años ante la necesidad de debatir viejos conflictos del pasado, así como las consecuentes crisis del presente. Les ha llegado el turno a los nuevos gobiernos de América Latina, luego de la ola neoliberal. Paraguay: nosotros también podemos, de Cristián Jure, retrata las condiciones históricas y coyunturales en las que llegó Fernando Lugo a la presidencia. La película se proyectó el jueves pasado en el Centro Cultural Islas Malvinas, en el espacio organizado por el Grupo Editor Mil Botellas. La última obra de Jure inauguró el ciclo del mes de junio, dedicado a documentales con temáticas literarias.
La película de Jure propone una búsqueda ambiciosa en los nudos de la historia del Paraguay que permiten entender la pobreza actual de un país que, hasta la década de 1870, había tenido una industrialización en ciernes y una economía independiente. La ambición fílmica cumple con creces su objetivo, lo mismo al presentar la figura de Fernando Lugo, un hombre al que determinada coyuntura le permitió llegar a la presidencia.
Luego de la proyección, Cristián Jure se dispuso a intercambiar opiniones con los presentes, interesados en la realidad latinoamericana a partir de los movimientos sociales y los proyectos de Bolivia, Venezuela y Ecuador. Entre los presentes, había una importante cantidad de residentes uruguayos, peruanos y paraguayos. La charla con el público la abrió Severino Gómez, el presidente de la Asociación de Hermandad Latinoamericana, quien repartió elogios al trabajo de Jure y confesó su adhesión y esperanza a la etapa inaugurada por Lugo. Otro de los presentes puso el énfasis en el dolor del pueblo paraguayo y los peligros que rodean al gobierno de Lugo.
Esos peligros son muy bien retratados al final del documental, con los testimonios del propio vicepresidente, un representante de los polos sojeros y de la oposición. Sin embargo, es la esperanza la que se percibe en todo el documental. Por ejemplo, en los fragmentos de los fervorosos discursos de Lugo, citando a Rafael Barrett y a Augusto Roa Bastos. O el mismo cierre, con un bello poema de Elvio Romero leído por el actor Arnaldo André.
Paraguay. Nosotros también podemos no es la primera incursión de Cristián Jure en la realidad del continente. Ya filmó Bolivia para todos, en el 2008, y está en un proyecto sobre Ecuador y la esperanza desatada por el proceso del gobierno de Rafael Correa.
El ciclo Cuatro Ficciones continúa el jueves que viene con la proyección de Línea Sur, de Fabián Fattore, documental sobre un viaje a la Patagonia, en base a textos del escritor Osvaldo Soriano. Como en el resto de las proyecciones del mes, se contará con la presencia del director para charlar con el público.

Ramón D. Tarruella
Nota publicada en Diagonales, el lunes 8 de junio de 2009.

viernes, 5 de junio de 2009

CUATRO AUTORES HABLAN DE LOS PROTAGONISTAS DE SUS LIBROS

Ricardo Petraglia, Carlos Vallina, Felipe Celesia y Pablo Waisberg

No es cosa fácil la elección de una personalidad lo suficientemente atractiva como para conseguir la simpatía de sus lectores, y merecer a su vez, un arduo trabajo de investigación por parte del biógrafo. Idea que sostuvieron los cuatro invitados del Ciclo Cuatro Ficciones, aunque a la vez coincidieron en que sobran vidas excepcionales a las cuales dedicar una biografía. Carlos Vallina, co-autor de El cine quema. Raymundo Gleyzer; los periodistas Felipe Celesia y Pablo Waisberg, autores de La ley y las armas. Biografía de Rodolfo Ortega Peña, y Ricardo Petraglia, autor de Estela. La muerte de una hija que parió una abuela, se presentaron el jueves pasado en el Centro Cultural Islas Malvinas para hablar largo y tendido sobre biografías políticas, cerrando así el ciclo de mayo destinado al género.
En el caso de Carlos Vallina, que junto a Fernando Martín Peña escribió El cine quema, la figura elegida fue la de Raymundo Gleyzer, cineasta desaparecido en la última dictadura militar: “la intención fue invocar, poner de pie, a una personalidad que no deja de ser espectral, y que supo interpretar la realidad del momento con mucha lucidez”. Un personaje que Vallina tuvo la suerte de conocer cuando estudiaba cine en la facultad La Plata, “mientras nuestros compañeros intentaban aprender cómo se hacía una película, Raymundo ya había cargado una cámara al hombro y recorría el Brasil”, así retrató a Gleyzer, quien más tarde se convirtió en uno de los directores de cine político más importantes del país. Aquellas imágenes filmadas en Brasil, luego serían reunidas en La tierra quema, su primer documental.
Pablo Waisberg consideró la importancia del género al permitir el rescate de un personaje olvidado. Manifestó también que, “conocer el itinerario histórico recorrido, en este caso de Ortega Peña por medio de su militancia política, permite comprender mejor los procesos, las situaciones políticas, económicas y sociales de hoy”, agregó Waisberg, sobre la oportunidad de adentrarse en toda una generación a partir de su trabajo.
Felipe Celesia comentó que su primer acercamiento al personaje elegido fue a través de comentarios y semblanzas trasmitidas por su padre, que en los años setenta había sido defendido por Ortega Peña. Sin embargo, Celesia confesó que cuando quiso compartir la decisión de escribir sobre el abogado asesinado por la Triple A, su padre le advirtió: “ese no se merece una biografía; era un “getón” que no ponía el cuerpo como sí lo hacíamos nosotros”.
Celesia continúo aportando ciertas inquietudes que aparecieron una vez avanzada la investigación: si escribir o no sobre la vida íntima de Ortega Peña que en ocasiones, podía opacar sus virtudes como profesional. Y también dejó una pregunta como apertura a un debate con el público y los demás invitados: “¿está bien biografiar a los malos?”.
A la pregunta, Carlos Vallina reveló su deseo de leer una biografía sobre el general Ramón Camps, “sería muy interesante comprender cómo puede dividirse la mente humana”, y acotó: “tenés a un ser despreciable por un lado, pero que frente a su perrito y a sus nietos nadie puede negar que sea afectuoso, o el mejor abuelo”.
Ricardo Petraglia respondió a la misma pregunta diciendo que no hace falta evadir datos, “cuando se trata de un trabajo intelectual, hecho honestamente, incluso puede el personaje volverse más atractivo de lo que es”. Hacia el final de la charla, habló de los límites difusos que existen entre la vida pública y la vida privada, y el lugar que merece este último aspecto para terminar de presentar al personaje biografiado. “Respecto a Estela, en una oportunidad me surgió el dilema de si debía hablar o no sobre su conducta, porque en el ´55 salió a apoyar el golpe; aunque supe que las adversidades sufridas después, me sirvieron para entender que fueron como una especie de bisagra en su vida”, agregó Petraglia.
Otra de las dificultades intercambiadas entre los invitados, fue el desafío de biografiar a un personaje vivo como Estela de Carlotto y en el caso de Celesia y Waisberg, a Mario Firmenich, el próximo proyecto biográfico encaminado por los autores.
El ciclo Cuatro Ficciones que organiza el Grupo Editor Mil Botellas continua en junio con “Tinta y Celuloide”, un mes dedicado a la proyección de documentales. El próximo jueves 4 a las 19.30 hs, con entrada libre y gratuita, se proyectará el documental “Paraguay. Nosotros también podemos” y contará con la presencia de su director, Cristian Jure.

Sofía Silva
Nota publicada en Diagonales, el lunes 1 de junio de 2009.

lunes, 1 de junio de 2009

KORDON EN LOS DIARIOS

En el diario El Día:


En diario Perfil: