Por Juan Manuel Bellini
En el ’75, a un año del golpe final, la muerte se hacía cada
vez más presente en la cotidianidad argentina. Desde la literatura, Juan
Carlos Martini Real enfocaba conductas de militantes y otros personajes
sin perder la ternura, la acidez ni la diversión. La editorial Mil
Botellas acaba de rescatar su libro de cuentos La conquista del Imperio Ruso, donde el lector se encuentra con una mirada novedosa.
El cuento que da título al libro cuenta la historia de seducción de
un futbolista exitoso del barrio de Boedo apodado Bambi (todo parecido
con Héctor Veira no es pura coincidencia) con una estudiante judía de
Filosofía y Letras: Edith Socolovsky. El humor está presente en todo
momento y surge también del choque entre esos dos mundos.
Juan Carlos Martini Real (1940-1996) se permitía la
ironía, el sarcasmo, la crueldad y la ternura para tratar a sus
personajes, como se ve en los cuentos que integran La conquista del Imperio Ruso, publicado en 1975 y ahora reeditado.
La propuesta que acaba de sacar la editorial Mil Botellas tiene un prólogo especialmente escrito por Luis Gusmán
que plantea con acierto que Martini Real “evita el coloquialismo fácil y
la caída en un pasado nostalgioso”. Ahí hay una conexión clave: Gusmán
en su novela Villa (1995) cuenta las
peripecias terribles vividas por un personaje menor: un médico del
Ministerio de Bienestar Social en pleno lopezreguismo; un médico tan
insignificante que para volar alto tiene que ser una mosca. Gusmán pudo
narrar con talento y precisión (y evitando también el coloquialismo
fácil y el pasado nostalgioso) ese año previo al golpe militar, desde la
distancia del tiempo transcurrido.
Los cuentos de Martini Real están escritos al calor de los hechos. El
autor no baja línea ni presenta a los militantes políticos como almas
puras sin manchas, sino como seres humanos, con sus conflictos y
contradicciones. Un camino que también por esa época tomaban otros. Por
ejemplo Jorge Asís, con libros como La manifestación (cuentos, 1971) y Los reventados
(una novela de 1974 que se metía con la entonces reciente masacre de
Ezeiza), antes de su derrape en los ’90 y en la actualidad. O Manuel Puig, una voz que se intentó silenciar: en la novela The Buenos Aires Affair (1973) mostraba un futuro poco idílico, con violencia, traición y represiones sexuales convertidas en crimen.
En Martini Real hay un cultivado trabajo sobre el bar, que podía ser
el porteño La Paz, donde un insurrecto no resignaba la utopía hasta que
llegaba la Policía a pedir documentos. O un café de barrio donde un
desocupado que se soñaba cowboy podía planificar matar al dictador de
turno. Si a Roberto Fontanarrosa se le reconoce, entre
otros méritos, su manejo del habla coloquial y de las situaciones en
mesas de café, hay que tener en cuenta también en esas dimensiones al
cuentista, novelista y ensayista autor de La conquista del Imperio Ruso.
Además, Martini Real ha sabido mover a sus personajes en otros ámbitos
(casas de familia, una iglesia, la comisaría, los bosques de Palermo,
las piletas de Ezeiza…) y eso nunca resulta artificial.
En Argentina siempre se vuelve y se volverá sobre los ’70. Pero con La conquista del Imperio Ruso
la entrada será desde la ficción, contada de primera mano, al calor de
la época, y con un uso original y divertido del lenguaje y de la acción.
Una nueva botella de una editorial que rescató obras de otros
escritores que bien vale la pena considerar: Rafael Barrett, Bernardo
Kordon, Zuhair Jury, Gabriel Báñez, Alberto Vanasco.
Reseña publicada en Otros círculos.com.ar del mes de diciembre de 2012.
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