La escritora Iris Rivera participó del ciclo literario organizado por la editorial Mil Botellas, para hablar de algo que pocas veces se habló: la literatura infantil. Sin embargo, ella misma se encargó de aclarar algunos conceptos. “Yo escribo para personas que están creciendo”, dijo, decidida a borrar por completo el adjetivo “infantil” o “juvenil” que sigue generalmente y hace pensar en la producción de una literatura menor o infantilizante. “Creo en la literatura a favor del crecimiento y al sacarle el adjetivo, se está apostando también a que algo crece. No a un mundo de ilusión, a un mundo de hadas donde todo se soluciona con la magia”, explicó la escritora.
Desde el público se preguntó sobre su libro Haiku (Calibroscopio Ediciones, 2009) que publicó junto a la ilustradora María Wernicke. Haiku partió de lo que ella llama “textos de cajón”, y a modo de homenaje a una maestra que le permitió conocer este tipo de composición poética de 17 sílabas. Aunque el libro carezca de haikus precisamente y Haiku sólo sea el nombre del perro protagonista. “Surgió de esos textos genuinos que ninguna editorial te fuerza a escribir”, y continuó, “fue un trabajo de a dos, a litros de café y mate de por medio, de manera que la historia se narró en dos lenguajes simultáneos: el de la plástica y el de la literatura”. “Ella bocetaba y yo tocaba el texto en función de las imágenes”, contó Rivera, “porque cuando la imagen habla no hace falta que la palabra insista sobre lo dicho, y viceversa”.
Se asumió admiradora de la literatura que surgió a partir de los años ochenta y que tomó como antecedente a María Elena Walsh, en donde la propuesta es un diálogo con el lector, de igual a igual, más que la transmisión de un mensaje o un consejo. “En los setenta, llegó todo una literatura entre comillas, de mensaje, y que sólo enseñaba por ejemplo, a lavarse los dientes”. A continuación, punteó una serie de nombres como el de Graciela Montes, Gustavo Roldán, Laura Devetach y Ema Wolf, ubicándolos como maestros que hicieron escuela en la literatura argentina.
Para Iris Rivera, una historia tiene tantas lecturas como capas tiene una cebolla. “Uno puede ahondar en la lectura hasta donde le permitan sus experiencias de vida, hasta la capa que puede, porque en un buen cuento hay mucho que no se dice y mucho por descubrir”. Y comparó, “la lectura no es como la papa que tiene una sola capa y se brota desde la cáscara”, y continuó, “al Lector Cebolla un cuento cebolla le permite que brote una lectura desde el corazón, y a la vez, le permite descubrir sus propias capas”.
En relación al oficio, Iris Rivera ilustró con maestría cómo escribe, a partir de la escritura de su cuento “La nena de las estampitas”. Para ella, la mayoría de las veces es necesaria una imagen como punto de partida, luego una historia posible para esa imagen y como agregado, una picardía que altere dicha historia. “Una malicia”, confesó. Otro detalle, ella escribe mientras plancha o lava para matar el aburrimiento, “el lavadero es el mejor lugar de creación para mí”, expresó entre risas. Además, “en los cuadernos que no le mostraba a la maestra, en esos escribía”, y hacia el final de la charla concluyó: “muchas de las preguntas de ese cuaderno aún me ayudan a escribir historias”.
Por último expresó su descontento con los docentes o maestros que ya no leen, pese a que la transmisión de la lectura a los chicos en sus primeros años es esencial. Y trajo a la mesa la polémica que el periodista y escritor Guillermo Saccomanno propuso al respecto meses atrás en un artículo de Página/12. “Alguien que quiere acercar a los chicos a los libros, en primer lugar, conviene que busque y lea los más escondidos, que generalmente son los mejores”, aconsejó.
El próximo jueves, a las 19. 30hs. los jueves literarios continúan con el poeta y letrista Héctor Negro en una charla dedicada al tango y la poesía.
Sofía Silva
Foto: Delfina Magnoni
Nota publicada en el diario Diagonales, el domingo 26 de septiembre de 2010.
Se asumió admiradora de la literatura que surgió a partir de los años ochenta y que tomó como antecedente a María Elena Walsh, en donde la propuesta es un diálogo con el lector, de igual a igual, más que la transmisión de un mensaje o un consejo. “En los setenta, llegó todo una literatura entre comillas, de mensaje, y que sólo enseñaba por ejemplo, a lavarse los dientes”. A continuación, punteó una serie de nombres como el de Graciela Montes, Gustavo Roldán, Laura Devetach y Ema Wolf, ubicándolos como maestros que hicieron escuela en la literatura argentina.
Para Iris Rivera, una historia tiene tantas lecturas como capas tiene una cebolla. “Uno puede ahondar en la lectura hasta donde le permitan sus experiencias de vida, hasta la capa que puede, porque en un buen cuento hay mucho que no se dice y mucho por descubrir”. Y comparó, “la lectura no es como la papa que tiene una sola capa y se brota desde la cáscara”, y continuó, “al Lector Cebolla un cuento cebolla le permite que brote una lectura desde el corazón, y a la vez, le permite descubrir sus propias capas”.
En relación al oficio, Iris Rivera ilustró con maestría cómo escribe, a partir de la escritura de su cuento “La nena de las estampitas”. Para ella, la mayoría de las veces es necesaria una imagen como punto de partida, luego una historia posible para esa imagen y como agregado, una picardía que altere dicha historia. “Una malicia”, confesó. Otro detalle, ella escribe mientras plancha o lava para matar el aburrimiento, “el lavadero es el mejor lugar de creación para mí”, expresó entre risas. Además, “en los cuadernos que no le mostraba a la maestra, en esos escribía”, y hacia el final de la charla concluyó: “muchas de las preguntas de ese cuaderno aún me ayudan a escribir historias”.
Por último expresó su descontento con los docentes o maestros que ya no leen, pese a que la transmisión de la lectura a los chicos en sus primeros años es esencial. Y trajo a la mesa la polémica que el periodista y escritor Guillermo Saccomanno propuso al respecto meses atrás en un artículo de Página/12. “Alguien que quiere acercar a los chicos a los libros, en primer lugar, conviene que busque y lea los más escondidos, que generalmente son los mejores”, aconsejó.
El próximo jueves, a las 19. 30hs. los jueves literarios continúan con el poeta y letrista Héctor Negro en una charla dedicada al tango y la poesía.
Sofía Silva
Foto: Delfina Magnoni
Nota publicada en el diario Diagonales, el domingo 26 de septiembre de 2010.
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