La semana pasada en el marco de los jueves literarios que organiza la editorial Mil Botellas, en el Centro Cultural Islas Malvinas, comenzó el mes dedicado a homenajear a importantes personalidades de la literatura y otras artes. El nombre Rodolfo Walsh convocó esta vez a la escritora y docente Elsa Drucaroff y al periodista Enrique Arrosagaray. Ambos se encargaron de que en la evocación no se escapara ni el escritor ni el periodista, mucho menos el político, que habita en la figura de Walsh.
Elsa Drucaroff, autora de la novela El último caso de Rodolfo Walsh (2010) se refirió al camino recorrido a la hora de elegirlo como personaje principal del libro. A partir del trabajo con la “Carta a mis amigos”, donde Walsh escribe sobre la muerte de su hija María Victoria como militante de Montoneros, Drucaroff explicó que dio con dos puntos de interés: uno “el hecho de saber a un hombre solo y en la clandestinidad que prende la radio y escucha la noticia de la muerte de su hija” y otro, “la situación de Victoria riéndose a carcajadas ante la ráfaga de una ametralladora, y la de Walsh, como dice en aquella carta, tratando de comprender esa risa”. “Sentí que allí había una historia que contar”, manifestó la autora.
Para Enrique Arrosagaray la lectura de ¿Quién mató a Rosendo? (1968) le despertó una especial curiosidad por el escenario de la confitería La Real de Avellaneda, donde Walsh investiga la muerte del dirigente y obrero de la UOM Rosendo García. Escenario que lo llevó a un interés compartido por la personalidad de Rosendo, y los hermanos Villaflor, testigos del hecho. Y de ahí, a seguirle los rastros a la familia Villaflor, “yo me propuse investigar y escribir, con atrevimiento, aquello que faltaba en el libro, lo colateral que podría haber escrito Walsh”, dijo el autor de Los Villaflor de Avellaneda (1993).
Walsh: ¿periodista o narrador? Luego, la charla se introdujo en este dilema. Según Arrosagaray, el costado del periodista primó sobre el del escritor. Destacó el reconocimiento y la envergadura que tuvieron sus libros de investigación, Operación Masacre (1957) entre ellos. Y definió a Walsh como “un periodista de largo aliento”, debido a su afinidad por el trabajo que requiere dilatados períodos de investigación, por "el alcance de una profundidad mayor que el correr de la noticia día a día no permite”, explicó.
Para Elsa Drucaroff en cambio, “Walsh fue un escritor” y puso el ojo en aquellos elementos de ficción que sobresalen en sus libros de investigación. Si bien, “no son libros de ficción, utilizan muchos procedimientos del oficio literario como el trabajo con el suspenso, la construcción de personajes, las sutilezas, lo no dicho”. Opinó, “el problema es que Walsh escribió muy poca ficción, eligió la militancia más allá de su gran trabajo con la literatura”.
Los cuentos “Esa Mujer” y “Nota al pie” fueron los destacados por Elsa Drucaroff. A este último, dedicó buena parte de la charla para analizarlo en detalle, y subrayó, “el gesto de independencia de Walsh al escribir con formas vanguardistas que nada tenían que ver con el realismo socialista pretendido en el momento”. Además al reflexionar sobre su clara preocupación estética Drucaroff dijo, “fue realmente un escritor de la generación del sesenta”.
Enrique Arrosagaray agregó otro cuento más a la lista de preferidos: “La mujer prohibida”, un cuento breve y poco conocido que descubrió “hojeando el diario La Unión de Lomas de Zamora”. En tanto la escritura de buena parte de su narrativa, la situó luego de haber vivido y trabajado en La Habana porque “si bien Walsh vuelve siendo un hombre de izquierda de su primer viaje a Cuba, como él afirma, trajo consigo un gran fastidio y desencanto por la política”. Y sobre todo, “por la Unión Soviética que ordenaba a los PC del mundo lo que debían hacer”, dijo el autor de Rodolfo Walsh en Cuba (2004).
La charla desandó entonces los pasos por la isla. Enrique Arrosagaray contó su experiencia de entrevistar a numerosos periodistas que compartieron con Walsh el trabajo en la redacción de la Agencia Prensa Latina y destacó el respeto que muchos cubanos aún le tienen. Tal relato dio lugar también, a una anécdota con el Che Guevara en que éste elogia con creces la escritura de uno de sus artículos periodísticos.
Por último, Enrique Arrosagaray planteó el interés de Walsh en “descubrir las claves que usaba la CIA para mandar mensajes secretos desde Guatemala -donde se entrenaba el ejército que atacaría a Cuba- hacia Washington”. Una extraña inclinación que tanto desde la mesa como del público, se atribuyó al conocimiento que Walsh tenía de otro idioma, el inglés, el entusiasmo por el juego de ajedrez, las novelas policiales y sobre todo, a su vasta curiosidad.
El próximo jueves 12 a las 19.30hs., continúa el mes de mayo llamado “Para ellos, la eternidad”, con un homenaje al escritor Manuel Puig. Graciela Goldchuk y Giselle Rodas serán las invitadas.
Sofía Silva
Nota publicada en el diario Diagonales, el domingo 8 de mayo de 2011.
CRÉDITO DE FOTO: MILBOTELLAS
Elsa Drucaroff, autora de la novela El último caso de Rodolfo Walsh (2010) se refirió al camino recorrido a la hora de elegirlo como personaje principal del libro. A partir del trabajo con la “Carta a mis amigos”, donde Walsh escribe sobre la muerte de su hija María Victoria como militante de Montoneros, Drucaroff explicó que dio con dos puntos de interés: uno “el hecho de saber a un hombre solo y en la clandestinidad que prende la radio y escucha la noticia de la muerte de su hija” y otro, “la situación de Victoria riéndose a carcajadas ante la ráfaga de una ametralladora, y la de Walsh, como dice en aquella carta, tratando de comprender esa risa”. “Sentí que allí había una historia que contar”, manifestó la autora.
Para Enrique Arrosagaray la lectura de ¿Quién mató a Rosendo? (1968) le despertó una especial curiosidad por el escenario de la confitería La Real de Avellaneda, donde Walsh investiga la muerte del dirigente y obrero de la UOM Rosendo García. Escenario que lo llevó a un interés compartido por la personalidad de Rosendo, y los hermanos Villaflor, testigos del hecho. Y de ahí, a seguirle los rastros a la familia Villaflor, “yo me propuse investigar y escribir, con atrevimiento, aquello que faltaba en el libro, lo colateral que podría haber escrito Walsh”, dijo el autor de Los Villaflor de Avellaneda (1993).
Walsh: ¿periodista o narrador? Luego, la charla se introdujo en este dilema. Según Arrosagaray, el costado del periodista primó sobre el del escritor. Destacó el reconocimiento y la envergadura que tuvieron sus libros de investigación, Operación Masacre (1957) entre ellos. Y definió a Walsh como “un periodista de largo aliento”, debido a su afinidad por el trabajo que requiere dilatados períodos de investigación, por "el alcance de una profundidad mayor que el correr de la noticia día a día no permite”, explicó.
Para Elsa Drucaroff en cambio, “Walsh fue un escritor” y puso el ojo en aquellos elementos de ficción que sobresalen en sus libros de investigación. Si bien, “no son libros de ficción, utilizan muchos procedimientos del oficio literario como el trabajo con el suspenso, la construcción de personajes, las sutilezas, lo no dicho”. Opinó, “el problema es que Walsh escribió muy poca ficción, eligió la militancia más allá de su gran trabajo con la literatura”.
Los cuentos “Esa Mujer” y “Nota al pie” fueron los destacados por Elsa Drucaroff. A este último, dedicó buena parte de la charla para analizarlo en detalle, y subrayó, “el gesto de independencia de Walsh al escribir con formas vanguardistas que nada tenían que ver con el realismo socialista pretendido en el momento”. Además al reflexionar sobre su clara preocupación estética Drucaroff dijo, “fue realmente un escritor de la generación del sesenta”.
Enrique Arrosagaray agregó otro cuento más a la lista de preferidos: “La mujer prohibida”, un cuento breve y poco conocido que descubrió “hojeando el diario La Unión de Lomas de Zamora”. En tanto la escritura de buena parte de su narrativa, la situó luego de haber vivido y trabajado en La Habana porque “si bien Walsh vuelve siendo un hombre de izquierda de su primer viaje a Cuba, como él afirma, trajo consigo un gran fastidio y desencanto por la política”. Y sobre todo, “por la Unión Soviética que ordenaba a los PC del mundo lo que debían hacer”, dijo el autor de Rodolfo Walsh en Cuba (2004).
La charla desandó entonces los pasos por la isla. Enrique Arrosagaray contó su experiencia de entrevistar a numerosos periodistas que compartieron con Walsh el trabajo en la redacción de la Agencia Prensa Latina y destacó el respeto que muchos cubanos aún le tienen. Tal relato dio lugar también, a una anécdota con el Che Guevara en que éste elogia con creces la escritura de uno de sus artículos periodísticos.
Por último, Enrique Arrosagaray planteó el interés de Walsh en “descubrir las claves que usaba la CIA para mandar mensajes secretos desde Guatemala -donde se entrenaba el ejército que atacaría a Cuba- hacia Washington”. Una extraña inclinación que tanto desde la mesa como del público, se atribuyó al conocimiento que Walsh tenía de otro idioma, el inglés, el entusiasmo por el juego de ajedrez, las novelas policiales y sobre todo, a su vasta curiosidad.
El próximo jueves 12 a las 19.30hs., continúa el mes de mayo llamado “Para ellos, la eternidad”, con un homenaje al escritor Manuel Puig. Graciela Goldchuk y Giselle Rodas serán las invitadas.
Sofía Silva
Nota publicada en el diario Diagonales, el domingo 8 de mayo de 2011.
CRÉDITO DE FOTO: MILBOTELLAS
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