As argentino de novela policial
Por Fabián Soberón. Escritor. San Miguel de Tucumán
El taxi negro y amarillo atravesó la ciudad y me dejó en el mítico barrio de San Telmo. Estaba apurado. La cita era a las 6 y llevaba veinte minutos de retraso. Cuando llegué a la esquina de Brasil y Defensa, desde la vereda del frente divisé un hombre blanco, con un diario abierto. Con parsimonia, desplegaba las hojas crujientes y tenía un cigarro con el humo que pintaba, lento, el amplio marco de la ventana. Estaba ensimismado, perdido en las letras múltiples y erráticas. Me quedé un instante quieto, tratando de reconocer sus rasgos y una extraña tranquilidad me invadió. Por un momento me quedé inmóvil, contemplando el frente memorable del bar Británico.
Crucé la calle y atravesé la puerta. El ambiente, cálido, tenía un olor a café que acariciaba las fosas nasales. Giré mi cabeza hacia la izquierda y constaté lo que había visto desde el frente. Era Martín Malharro, el autor de la trilogía de novelas policiales La Balada del Británico. Recorrí su cara, las manos que apretaban las hojas y seguí la trayectoria lenta del humo blanco. Pensé en Mariani, el escéptico protagonista de la trilogía, e imaginé a Malharro escribiendo en esa mesa los primeros borradores de las historias. Pensé que la realidad imita al arte. Me acerqué a la mesa, Malharro levantó la cabeza y me presenté. Cordial, Malharro me invitó a sentarme. Después de una breve charla sobre el bar que está en el centro de sus novelas negras, saqué el grabador digital y empecé a grabar.
– ¿Cómo elaboró el personaje de Mariani? ¿En base a alguna experiencia o exclusivamente sobre la lectura de policiales? Mi pregunta apunta a que cuente el proceso de escritura, si hubo alguna anécdota personal que disparó el personaje, ya sea en su vida o en relación con algún amigo suyo o si Mariani es "sólo" el "reflejo" de su admiración por los detectives clásicos del género.
-El nombre de Mariani, el personaje de La Balada del Británico, está tomado de un viejo amigo de la infancia. Todo surgió a raíz de una enfermedad bastante prolongada que me derrumbó en una cama, lo único que podía hacer en esos días era leer y escribir; antes de esto yo tenía la idea de escribir una novela policial. Podríamos decir que la enfermedad me ayudó a escribirla. Comencé a escribir lo que luego sería Banco de Niebla con una idea bastante armada de su trama; un día mientras estaba escribiendo llegó a visitarme este amigo, Mariani, me preguntó qué estaba escribiendo y le dije que era una novela policial. -¿Voy a figurar yo?- me preguntó. -Te voy a poner como el personaje central-, así nació el nombre de este caballero. Cuando sané ya había escrito 47 hojas del texto, estaban escritas a mano. Inmediatamente las guardé en un cajón y me olvidé de ellas. A los meses vino a Buenos Aires el escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán, un amigo muy querido. Un día charlando me preguntó por qué yo no escribía policiales si tanto me gustaban, le contesté que algún día lo iba a hacer, me dijo entonces que el día que escribiera una, él me haría el prólogo, le prometí que escribiría una policial. Pasó el tiempo, las 47 hojas durmieron en un cajón y Manolo siguió escribiendo sus hermosos libros, hasta que una mañana, varios años después de esto que estoy contando, me despertó una llamada telefónica, era de una radio de La Plata para preguntarme qué sentía a raíz de la muerte de Manolo, acaecida en Tailandia el día anterior. Yo no sabía que él había muerto. Creo que contesté lo de rigor y colgué. Apreciaba mucho a Manolo, para mí era como un maestro y uno de los "grandes" del género policial. Esa misma noche busqué las 47 hojas escritas a mano y empecé a escribir Banco de Niebla. Seis meses después la había terminado, se la dediqué a Manolo y le pedí a Juan Sasturain, otro amigo y maestro, que escribiera el prólogo. Así nació la primera novela de la trilogía La Balada del Británico.
–Mariani es un investigador a sueldo. Es un poco ingenuo (él se llama a sí mismo "bo….") y desconoce las marañas de la alta cultura. Pensemos por ejemplo en cómo (en Calibre 45) Francesca le regala un libro de Hölderlin y él nunca ha escuchado el nombre del poeta alemán. ¿Podría hablar sobre estas elecciones en la escritura del personaje?
–Mariani no es un detective a sueldo, partamos por fijar eso. Él es una suerte de rastreador, de buscador de personas. ¿Por qué esta característica? Para salir del camino agotado de los detectives privados del tercer mundo, y así poder colocarlo más cerca de la realidad nuestra. Hay que volver a leer el libro de Sasturain Manual de perdedores para entender la magnífica humorada que hace Juan en torno a esto. Creo que el clásico detective de la novela negra norteamericana suena un poco exótico en Argentina, le resta credibilidad al personaje y al texto. Por eso Mariani es otra cosa, a pesar de que muchos se empecinan en colocarle el rotulo de "detective", vendría a ser una especie de Calibán, aquel mítico rastreador que inmortalizó Sarmiento en el Facundo. Mariani es un hombre que sigue huellas en un escenario desolado, donde vale todo y el único principio que rige es el de la sobrevivencia. Busca viejos perdidos, esposas fugadas, maridos escondidos, chiquilines escapados de sus casas. Este es el trabajo de Mariani, cobra poco, nunca tiene dinero, vive con sus dos tías aquí en San Telmo, los tres viven de las dos magras jubilaciones que cobran las viejas, no tiene novia, las mujeres no le dan pelota, tiene un solo amigo y se pasa las tardes aquí, en el Bar Británico. Yo lo definiría como un perdedor nato, nunca gana una. No le interesa la justicia ni la moral, no investiga porque quiere restablecer el estado de justicia, sino porque le tiran unos pesos. Su figura es muy de barrio, está inspirado en los personajes que habitan y frecuentan San Telmo que son, en última instancia, los habitantes de Buenos Aires. Si bien cada una de las novelas está centrada en San Telmo, el universo que ellas describen es una enorme ciudad habitada por seres desconocidos, todos enfrascados en la lucha por sobrevivir. A Mariani le gusta el tango, los cigarrillos rubios, la ginebra con Coca Cola, el fuelle de Aníbal Troilo y la voz de Julio Sosa, no es solidario y menos un hipócrita, ve la vida de acuerdo a cómo la vida lo trata a él. No lee, sólo algo de la vieja revista El Gráfico y tiene la colección casi completa. Su mundo cultural se reduce al cine, por regla general películas de acción. Es indudable que tiene un sentido de la ética, ese sentido que le permite acaso sobrevivir sin encanallarse, sin convertirse en un soplón, es una rata, tiene conciencia de esto y también que esta suerte de ética oscura lo convierte muchas veces en un "bo….". Creo que estas características le dan una carnadura más real, lo humanizan, lo hacen más creíble a los ojos del lector. Y la base de estos tres textos es que la realidad sea la que construye el relato. Por lo tanto, el personaje central debe ser el más creíble de todos.
–En sus novelas, las calles, los bares y los barrios de Buenos Aires aparecen retratados con esmero y minuciosidad. En Carne seca, Mariani viaja a Córdoba y el narrador se dedica a describir ese lugar con prolijidad. ¿Por qué le interesa retratar esos lugares?
–La recopilación minuciosa del escenario, ya sea un bar, un barrio, una ciudad, es para mí una condición esencial en la credibilidad del texto. Puede ser que esto devenga de una visión profesional como periodista o de la concepción de la importancia de los escenarios en la literatura. Tan es esto así, que jamás describo algo sin conocerlo, voy al lugar de los hechos y escribo desde allí el pasaje de la novela. En Carne Seca, para escribir el final fuimos con mi mujer a pasar unos días a una casa del Delta, quería ver in situ la vegetación, el río, los olores y los ruidos. Creo que conocer el lugar de los hechos y poder situar al lector en ellos es tan importante como convertir al personaje en algo creíble, en un tipo de carne y hueso. Después de todo, se trata de acercarnos lo más posible a la realidad.
–Calibre .45 y Carne seca forman parte de una trilogía. ¿Por qué le puso el nombre del bar "Británico" a la trilogía?
–Se llama La Balada del Británico por este bar, el Británico, el mítico café que está en la esquina de Brasil y Defensa, y al cual Mariani usa como oficina. Buena parte de la trilogía fue escrita en esta mesa, la que da a la calle Defensa, de ahí también los personajes, las descripciones y las ambientaciones. Se me ocurrió conformar una trilogía con este nombre como una suerte de homenaje al bar, de insuflar más realidad a los textos, de hacerlos más creíbles y también como un registro vivencial de San Telmo.
–En Calibre .45 aparece un personaje llamado Ricardo Ragendorfer. ¿Por qué decidió incluir una persona "real" como personaje? ¿A qué se debe la mezcla de realidad y ficción en sus novelas?
–No sólo aparece Ricardo Ragendorfer, sino Fernando Almirón, Juan José Salinas, Guadi Calvo, amigos periodistas que ayudan en la ficción a Mariani. Volvemos al mismo tema de antes: intento que mis novelas se aproximen desde todos los ángulos posibles al hecho real, a la materia concreta con la que modelamos nuestros días, ya sea desde los personajes como de la trama misma. Los sucesos que narran las tres novelas están inspirados en la realidad argentina: la Triple A, el robo del patrimonio cultural argentino en los museos y colecciones, y Campo de Mayo como el mayor centro de represión y asesinato que padeció Argentina. Que son los tres temas que toca la trilogía.
–Se ha discutido mucho sobre la posibilidad o imposibilidad de escribir policiales en la Argentina. Algunos críticos, como Carlos Gamerro, opinan que el policial no es verosímil en nuestro país porque los policías no pueden ser asociados con la ley en una sociedad que tuvo una dictadura genocida. ¿Qué podría decir sobre esta discusión?
–La afirmación de Gamerro me retrotrae a aquella otra que dijo un intelectual europeo: "Después de Auschwitz no se puede hacer más poesía", y no estoy en absoluto de acuerdo con ella. En primer lugar, la novela negra no es la policial clásica donde el orden, la ley y la justicia la representa la policía y el aparato judicial; por el contrario, en la novela negra la policía y el aparato represivo del Estado se ven cuestionados por corruptos; basta una lectura de Chandler o Hammett para percibir esto. En segundo término, nosotros estamos hablando de una sociedad donde lo que abunda es el atropello, la coima, el robo, la rosca de los poderosos, un mundo donde el poder es sinónimo de impunidad, una impunidad donde la mayoría de las veces está relacionado con los aparatos represivos y la justicia. Mariani encarna una suerte oscura de justicia, que es otra cosa. Por lo tanto, creo que los mecanismos narrativos de la novela negra poseen una vitalidad extraordinaria y un potencial magnifico para describir moral, política y socialmente a la sociedad, una sociedad donde hay ley, pero no hay justicia. Tal vez Gamerro se haya referido a una literatura más de evasión, a la clásica policial anglosajona como Poe, Conan Doyle, Agatha Cristie, Borges con Bioy, donde los textos no pretenden denunciar nada sino entretener al lector con acertijos y un misterio central que es el nudo gordiano de la trama. Por mi parte, no intento entretener al lector sino narrar bien una historia que se acerque lo más posible, dentro de mis posibilidades, a la realidad argentina.
–En Carne seca, el conflicto central de la novela está relacionado con unos civiles que trabajaron para el gobierno militar. ¿Por qué le ha interesado trabajar en una novela policial un problema político?
–Lo he trabajado al tema en dos de las tres novelas que he escrito, Banco de niebla y Carne seca. La novela negra no puede estar lejos ni transitar un camino de evasión de la realidad mediata o histórica de los argentinos. Toda novela negra es denunciativa de un estado social, de un trasfondo político, de ahí que los personajes adquieren un valor que excede el hecho del personaje mismo, muchos de ellos encarnan arquetipos que campean en diferentes posiciones del espectro social y de la misma historia. En la segunda novela, a Mariani lo ayudan los cartoneros a resolver no sólo un crimen sino los robos que sufre un museo, en la tercera novela será una pu... y un travesti los que colaboren en la búsqueda de un torturador. Mi interés personal parte desde una perspectiva histórica y de un compromiso con esta historia. No creo que la literatura deba estar exenta de asumir un compromiso desde la realidad en la cual se gesta, y creo que la novela negra es un magnífico instrumento descriptivo-narrativo de esta realidad.
–¿Cuáles considera sus precursores en la escritura de sus novelas?
–Mis deudas son enormes y varias, le diría Chandler, Chester Himes, Vázquez Montalbán, Scernabenco, Walsh, Sasturain, entre otros, refiriéndome siempre a la novela policial negra.
–Usted seguro lee autores que no escriben novelas policiales. ¿Cuáles influyeron en su formación como escritor?
–La deuda es muy vasta, tanto como el listado de autores a los cuales he leído y quienes me formaron; te diría: Kipling, Chesterton, Stevenson, Dickens, Wells, De Quincey, Conrad, Burgess, Hemingway, Twain, London, Dos Passos, Faulkner, Wolfe, Cheever, Dostoievski, Shólojov, Turgueniev, Gorki, Chejov, Borges, Ciro Alegría, Alejo Carpentier, Rulfo, y un largo etc. Esta lista está incompleta, sin lugar a dudas, pero creo que es lo más próximo a la realidad. Le menciono los que estaban en la biblioteca de mi casa paterna y en la cual aprendí a leer los grandes autores. Indudablemente que también leí a los grandes clásicos. Mi padre los amaba mucho, pero creo que la formación literaria verdadera la tuve de estos autores que aún releo y que me descubrieron un mundo posible y lejano. A fuerza de ser sincero, sería una injusticia si no mencionara al inefable y muy querido Emilio Salgari, quien de alguna manera abrió la puerta para que estos otros autores, los ya mencionados, fueran llegando en aquellos años a mi lectura.
– ¿Ha investigado para escribir las novelas? ¿Qué rol le otorga a la investigación?
–Si, en cada tema de cada libro he hecho investigaciones. Sobre la Triple A y la convivencia con grandes empresas que operaban en Argentina en los setenta busqué material histórico y realicé entrevistas. En el caso de la segunda novela fue lo mismo, entré en el mundo de los coleccionistas, los numismáticos. En la tercera ocurrió otro tanto, el periodista Fernando Almirón me dio bastante información sobre Campo de Mayo, la gente de Derechos Humanos hizo lo mismo. Creo que la importancia que se le puede otorgar a la investigación es directamente proporcional al afán u objetivo que se propone su autor. En mi caso, la investigación es insoslayable. Si quiero hablar de la falsificación de obras de arte o del mercado numismático argentino, se supone que debo estar informado acerca de él, igual sobre Campo de Mayo o la Triple A. Básicamente porque la credibilidad de un texto se apoya también en la solidez y veracidad de la historia que narra, lo ideal es un texto sin fisuras, que el lector crea no sólo en los personajes sino en la historia que se narra, de ahí el trabajo de investigar, de recopilar información. Podemos lograr personajes maravillosos, pero si la historia tiene agujeros, el personaje maravilloso se diluye. Como escribo sobre hechos puntuales, inspirados en la realidad misma, el riesgo de equivocarse aumenta y me obliga a estudiar, a investigar, para después poder largar a los personajes dentro de una trama sólida y creíble. Si lo logro o no es otro aspecto de la escritura, ahí está el lector para juzgar.
–Usted es periodista, ¿qué relaciones encuentra entre el trabajo periodístico y la escritura policial?
–Sí, existe una relación intrínseca entre periodismo y novela policial. Creo que son campos complementarios, la investigación es una de las más fuertes razones de ser del periodismo, igual que la denuncia, que el colocar el foco de luz sobre determinados aspectos que el poder de turno pretende ocultar. Tome como ejemplo el caso de Rodolfo Walsh, Operación Masacre, que es el primer libro de investigación que registra el periodismo argentino, es también el primer texto policial negro. Su modelo de escritura, rompiendo todos los cánones periodísticos, es un modelo que coloca al periodista en el centro del relato, al asesinato masivo como reflejo de la época, y a la investigación y denuncia periodística como un instrumento escindido (de ahí en más) de cualquier vínculo con las fuerzas del orden, el poder económico y el aparato judicial. La atrocidad del Estado, su corrupción, los delitos cometidos y escondidos, es la que genera una escritura que posteriormente se va a encargar de denunciarlo. Lo mismo ocurre con el texto policial. No es casual que la novela negra norteamericana haya nacido al amparo de la corrupción existente en los EE.UU. en la década de 1920, como tampoco lo es que el texto negro nazca en Argentina después de los fusilamientos de José León Suárez. También debemos tener en cuenta la labor del periodista que en muchas ocasiones es una suerte de detective privado que busca el dato certero, la verdad esquiva, el delito oculto. Inclusive la metodología en la investigación es muy similar en el caso de un periodista y de un detective. Siempre les digo a mis alumnos que los mejores manuales de periodismo de investigación son las novelas de Chandler. Después vienen las teorizaciones respecto a los modelos investigativos en el periodismo, algo que muchas veces suena a pura teoría, igual que la elaboración de hipótesis preconcebidas, etc. Creo que Operación Masacre, el libro por antonomasia de lo que se llama una verdadera investigación periodística carece de la mayoría de las hermosas teorizaciones que se hacen en torno al periodismo de investigación. No es casual que Walsh sea un lúcido escritor de cuentos policiales, y que la investigación en torno a los fusilamientos de José León Suárez tenga una dinámica que sea muy similar a una tarea de búsqueda y rastreo de una verdad oculta que lleva a cabo cualquier detective de ficción.
–¿Podría señalar las diferencias entre el periodismo y la novela negra?
–Indudablemente la gran diferencia parte del contrato de lectura; la novela o cuento policial negro es un hecho ficticio, se parte de la imaginación del autor y de la voluntad del lector de leer los hechos como si hubieran sido verdad, cuando en realidad existe un acuerdo previo entre ambos de obviar la ficcionalidad del texto, el cual permite a su vez, entre otras cosas, la manipulación de los elementos constitutivos del relato, trama, época personajes, etc. En cambio, en el periodismo de investigación se parte de la realidad misma para narrar un fenómeno, delito o suceso, que forma parte de la realidad del lector pero que es invisible al conocimiento público. En este caso no hay ficción ni un contrato de lectura entre el periodista y el lector y, mucho menos, manipulación de datos.
Nota publicada en el suplemento "Cultura" de Nuevo Diario de Santiago del Estero, el 8 de julio de 2012.
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