“Toda justicia es una suerte
de venganza, y la venganza
forma parte de nuestro
destino”, dice como al pasar
uno de los protagonistas de “Carne seca”,
la última novela policial del periodista
Martín Malharro. Este apasionante
thriller, ambientado en democracia pero
con protagonistas de la última dictadura
militar, completa la apasionante trilogía
del autor denominada La Balada del
Británico, que integran también “Banco
de niebla” y “Califre .45”.
Los protagonistas, por tanto, ya son
conocidos por el lector: el detective
aficionado Mariani –un busca fracasado
que vive con sus tías y procura ganarse la
vida buscando personas extraviadas-, su
inseparable amigo Demarchi –mecánico
de autos viejos, porteño y amiguero- y
una serie de personajes del bajo fondo
porteño como “El Griego” Blajaquis, un
mafioso de La Boca que facilita armas y
contactos a Mariani, o los policías que
le brindan información por derecha a
cambio de unos mangos. Al igual que
en sus libros anteriores, la historia se
desarrolla en un contexto bien porteño,
con “El Británico” –el mítico bar de San
Telmo- como telón de fondo, epicentro
y disparador del relato.
Si en “Calibre.45” sorprendía la
complejización de la trama del relato a
medida que la historia transcurría y la
investigación de paradero se convertía
en una pesquisa de carácter casi
antropológico en torno a la historia
de los anticuarios, en “Carne seca”
Malharro nos sumerge sin anestesia
en el submundo de la “mano de obra
desocupada” de la última dictadura
militar. Y elige para ello a un grupo de
ex represores vinculados por una especie
de logia en torno a uno de los personajes
más emblemáticos del terrorismo de
Estado: el inefable capitán del Ejército
Héctor Pedro Vergéz, alias “Vargas”,
acusado ante la Justicia tanto por sus
crímenes y aplicación de tormentos
a sus prisioneros como por el robo y
estafa a sus víctimas.
Un Mariani por momentos
desconcertado y siempre escéptico
acepta buscar al tío huraño y reservado
de un joven algo ingenuo que lo
contacta y le adelanta 500 pesos para
lo encuentre. Pero a poco de iniciar su
búsqueda, Mariani descubre las claves
secretas de un grupo muy parecido a
una logia, que se identifica con unas
insignias muy particulares y se reúne
religiosamente los 2 de agosto –
cumpleaños del dictador Jorge Rafael
Videla- en un restaurante de Buenos
Aires.
Cuando Mariani amplía la búsqueda,
descubre que tres de los cuatro
integrantes del grupo que investiga
fueron asesinados de la misma manera que ellos mataban a sus víctimas en los que ellos mataban a sus víctimas en los
años de plomo. La búsqueda entonces
se torna peligrosa, Mariani recurre
a sus contactos en el bajo fondo y a
periodistas que le cuentan la macabra
historia de los grupos de tareas que
trabajaron en Campo de Mayo durante
la dictadura militar.
El misterio que hasta entonces
cartacteriza a la narración de “Carne
seca” se transforma de pronto en una
prosa agitada e intensa, un relato
atrapante y por momentos desquiciado
en el que Mariani va deshilvanando la
madeja hasta encontrarse cara a cara
con la muerte.
Campo de Mayo
-No sabía que había gente que se dedicaba a buscar personas. -En este país se busca de todo, hay tantas cosas perdidas que buscar personas no es extraño. El diálogo entre el periodista Fernando Almirón, que ha publicado un libro sobre la represión en Campo de Mayo, y el atribulado Mariani, supone una brutal metáfora de una Argentina desquiciada por su historia reciente, donde a pesar del tiempo transcurrido el perezoso brazo de la Justicia no alcanza para atrapar a los represores, que permanecen ocultos y a salvo de miradas indiscretas merced a la impunidad y la protección de las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia. “¿Sabe lo que pasó en Campo de Mayo?”, le pregunta a Mariani Alfredo Morán, abogado de derechos humanos que se ilusiona con la posibilidad de identificar –a través del propio Mariani- a los esbirros ocultos del capitán Vergéz; “fue tan terrible que un sobreviviente llegó a decir que la muerte era una liberación, una liberación a la que llegaron pero después de atravesar el peor de los infiernos. Asesinaron a miles de personas después de infligirles las torturas más horrorosas que usted se pueda imaginar; la gran mayoría de ellos acabaron muertos en la tortura, asesinados a tiros o arrojados vivos al mar”. Ante el silencio de Mariani, el abogado insiste: “Detrás de cada nombre que participó en esta masacre hay una historia de horror. No vaya usted a creer que los que hicieron esto fueron monstruos fáciles de reconocer en la calle, no, los que lo hicieron fueron tipos de apariencia normal, esposos amantes, buenos padres de familia, tipos que hoy siguen estando entre nosotros, sin arrepentimientos ni culpas y con un discurso que justifica los crímenes”. Pero a Mariani no le importa. Escéptico, no cree en la Justicia. Ni tiene valores. En su lógica pragmática y elementa, deduce que encerrar a un viejo por crímenes cometidos treinta años atrás es, más que justicia, venganza. -Toda justicia es una suerte de venganza, y la venganza forma parte de nuestro destino. Mire la historia, observe la realidad y verá que tragedia y venganza son parte de los materiales que forjaron este país”-, le contesta Morán, en uno de los tantos diálogos que hacen de “Carne seca” mucho más que un thriller de suspenso o una novela de intrigas. Se trata, en definitiva, de un relato que interpela –que nos interpela como lectores y como sociedad- en clave policial, pero también en clave política. Y esa interpelación le permitirá al autor romper con los cánones tradicionales del relato policial para sorprender a sus lectores con un final impensado para los protagonistas de su fascinante “Balada del Británico”. Un final que es, parafraseando a Roberto Arlt, “como un cross a la mandíbula”.
Nota publicada en la revista El Sur de julio de 2012.
Campo de Mayo
-No sabía que había gente que se dedicaba a buscar personas. -En este país se busca de todo, hay tantas cosas perdidas que buscar personas no es extraño. El diálogo entre el periodista Fernando Almirón, que ha publicado un libro sobre la represión en Campo de Mayo, y el atribulado Mariani, supone una brutal metáfora de una Argentina desquiciada por su historia reciente, donde a pesar del tiempo transcurrido el perezoso brazo de la Justicia no alcanza para atrapar a los represores, que permanecen ocultos y a salvo de miradas indiscretas merced a la impunidad y la protección de las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia. “¿Sabe lo que pasó en Campo de Mayo?”, le pregunta a Mariani Alfredo Morán, abogado de derechos humanos que se ilusiona con la posibilidad de identificar –a través del propio Mariani- a los esbirros ocultos del capitán Vergéz; “fue tan terrible que un sobreviviente llegó a decir que la muerte era una liberación, una liberación a la que llegaron pero después de atravesar el peor de los infiernos. Asesinaron a miles de personas después de infligirles las torturas más horrorosas que usted se pueda imaginar; la gran mayoría de ellos acabaron muertos en la tortura, asesinados a tiros o arrojados vivos al mar”. Ante el silencio de Mariani, el abogado insiste: “Detrás de cada nombre que participó en esta masacre hay una historia de horror. No vaya usted a creer que los que hicieron esto fueron monstruos fáciles de reconocer en la calle, no, los que lo hicieron fueron tipos de apariencia normal, esposos amantes, buenos padres de familia, tipos que hoy siguen estando entre nosotros, sin arrepentimientos ni culpas y con un discurso que justifica los crímenes”. Pero a Mariani no le importa. Escéptico, no cree en la Justicia. Ni tiene valores. En su lógica pragmática y elementa, deduce que encerrar a un viejo por crímenes cometidos treinta años atrás es, más que justicia, venganza. -Toda justicia es una suerte de venganza, y la venganza forma parte de nuestro destino. Mire la historia, observe la realidad y verá que tragedia y venganza son parte de los materiales que forjaron este país”-, le contesta Morán, en uno de los tantos diálogos que hacen de “Carne seca” mucho más que un thriller de suspenso o una novela de intrigas. Se trata, en definitiva, de un relato que interpela –que nos interpela como lectores y como sociedad- en clave policial, pero también en clave política. Y esa interpelación le permitirá al autor romper con los cánones tradicionales del relato policial para sorprender a sus lectores con un final impensado para los protagonistas de su fascinante “Balada del Británico”. Un final que es, parafraseando a Roberto Arlt, “como un cross a la mandíbula”.
Nota publicada en la revista El Sur de julio de 2012.
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