Juana Bignozzi en la mesa de Cuatro Ficciones
La poeta Juana Bignozzi escribe desde siempre, sin alterar el entusiasmo ni la constancia. Como tampoco su cercanía al mundo de la poesía. Con más de cincuenta años en el oficio, la poeta pasó por la ciudad el jueves; en el Centro Cultural Islas Malvinas. Conversó sobre su posición frente al arte y su manera de hacer, de la poesía, una forma de vida.
“Yo fui la chica de El Pan Duro”, reiteró durante el encuentro al recordar y volver sobre su experiencia en el grupo de jóvenes poetas, que fundó Juan Gelman en la década del ’60 y que se convirtió en un hito para la poesía. “Fui la única mujer del grupo, era muy difícil para una mujer integrar un espacio público en aquel momento. Y me sorprendió que Juan (Gelman) me convocara”, explicó Bignozzi. “El Pan Duro consistía en compartir sólo un trabajo en común, porque nosotros como integrantes teníamos estéticas, incluso ideas, muy disímiles. Y ésa es la base que aún creo necesaria para mantener y nutrir un espacio colectivo”, concluyó Bignozzi.
Para ella, la eternidad, es el horizonte posible del oficio del poeta. “Yo no busco ni la fama ni la gloria, sí la eternidad”. Motivo que subrayó y que aun la ayuda a despojarse del apremio que existe por publicar. “Hay una urgencia de muchos poetas por acrecentar una obra completa”, explicó. “Cuando creo que cada obra debe tener su vida autónoma. Hay que saber mantener un tranquilo silencio en la casa”, aconsejó la autora de Quién hubiera sido pintada (2001).
A esta idea la poeta agregó una más, en relación a los medios que dispone el autor cuando llega la hora de publicar. “En mi vida pagué un libro, y lo digo porque alguien tiene que apostar por uno en algún momento; no sólo la familia y los amigos, sino un editor”.
En el sondeo de lo eterno, Bignozzi manifestó su consejo a los lectores jóvenes: “los jóvenes tienen que leernos porque es una forma de dar lugar a esa eternidad de la que hablo”. A la vez que expresó un descontento con el panorama actual de la poesía argentina. “Quienes llegaron con veinte años a los años postreros de la dictadura, han leído de allí para adelante, olvidando leer a Echeverría o a Almafuerte, a Guido Spano y la poesía del ´40 por ejemplo que está borrada prácticamente, y eso empobrece”.
En medio de la charla, Juana Bignozzi compartió lectura de algunos de los versos preparados para una nueva antología que, el próximo mes, saldrá con el título Si alguien tiene que ser después. Leyó también poesías, pensadas como salmos, y publicadas el año pasado en La Biblia según 25 escritores argentinos.
La poeta explicó también la notable diferencia que encuentra entre la poesía política y en lo que ella hace, a la que denomina poesía ideológica. “Es muy difícil hacer poesía política porque hay que saber hacer una lectura histórica”. Los nombres que Bignozzi distingue como hacedores de la poesía política, capaces de manejar con destreza esa voz especial, fueron contados. Entre ellos, Pablo Neruda, Nazim Hikmet, Roque Dalton, “alguna cosa de Gelman”, y uno más que se sumó desde el público, Leónidas Lamborghini de quien admiró su manera de trabajar con la parodia.
La lista aumentó con los brasileños, “ellos son grandes poetas políticos”, por ejemplo, “el brasilero Ferreira Gullar” y agregó, “él sí que el hubiese pasado por El Pan Duro”. Por último, descartó la posibilidad de incluir a otros como Paul Éluard o Raúl González Tuñón. “Yo creo que Tuñón es el fracaso del poeta político. En su últimos libros, A la sombra de los barrios amados (1957) y Poemas para el atril de una pianola (1965) regresa finalmente y después de muchos años, al gran Tuñón que no tiene, a mi parecer, esa voz única que requiere la poesía política”, expuso.
El próximo jueves a las 19. 30hs. en el Ciclo Cuatro Ficciones que organiza la editorial Mil Botellas, se abrirá una mesa sobre la relación entre poesía y política. Los invitados, otros dos poetas de gran trayectoria: Vicente Muleiro y Alberto Szpunberg.
Sofía Silva
Foto: Delfina Magnoni“Yo fui la chica de El Pan Duro”, reiteró durante el encuentro al recordar y volver sobre su experiencia en el grupo de jóvenes poetas, que fundó Juan Gelman en la década del ’60 y que se convirtió en un hito para la poesía. “Fui la única mujer del grupo, era muy difícil para una mujer integrar un espacio público en aquel momento. Y me sorprendió que Juan (Gelman) me convocara”, explicó Bignozzi. “El Pan Duro consistía en compartir sólo un trabajo en común, porque nosotros como integrantes teníamos estéticas, incluso ideas, muy disímiles. Y ésa es la base que aún creo necesaria para mantener y nutrir un espacio colectivo”, concluyó Bignozzi.
Para ella, la eternidad, es el horizonte posible del oficio del poeta. “Yo no busco ni la fama ni la gloria, sí la eternidad”. Motivo que subrayó y que aun la ayuda a despojarse del apremio que existe por publicar. “Hay una urgencia de muchos poetas por acrecentar una obra completa”, explicó. “Cuando creo que cada obra debe tener su vida autónoma. Hay que saber mantener un tranquilo silencio en la casa”, aconsejó la autora de Quién hubiera sido pintada (2001).
A esta idea la poeta agregó una más, en relación a los medios que dispone el autor cuando llega la hora de publicar. “En mi vida pagué un libro, y lo digo porque alguien tiene que apostar por uno en algún momento; no sólo la familia y los amigos, sino un editor”.
En el sondeo de lo eterno, Bignozzi manifestó su consejo a los lectores jóvenes: “los jóvenes tienen que leernos porque es una forma de dar lugar a esa eternidad de la que hablo”. A la vez que expresó un descontento con el panorama actual de la poesía argentina. “Quienes llegaron con veinte años a los años postreros de la dictadura, han leído de allí para adelante, olvidando leer a Echeverría o a Almafuerte, a Guido Spano y la poesía del ´40 por ejemplo que está borrada prácticamente, y eso empobrece”.
En medio de la charla, Juana Bignozzi compartió lectura de algunos de los versos preparados para una nueva antología que, el próximo mes, saldrá con el título Si alguien tiene que ser después. Leyó también poesías, pensadas como salmos, y publicadas el año pasado en La Biblia según 25 escritores argentinos.
La poeta explicó también la notable diferencia que encuentra entre la poesía política y en lo que ella hace, a la que denomina poesía ideológica. “Es muy difícil hacer poesía política porque hay que saber hacer una lectura histórica”. Los nombres que Bignozzi distingue como hacedores de la poesía política, capaces de manejar con destreza esa voz especial, fueron contados. Entre ellos, Pablo Neruda, Nazim Hikmet, Roque Dalton, “alguna cosa de Gelman”, y uno más que se sumó desde el público, Leónidas Lamborghini de quien admiró su manera de trabajar con la parodia.
La lista aumentó con los brasileños, “ellos son grandes poetas políticos”, por ejemplo, “el brasilero Ferreira Gullar” y agregó, “él sí que el hubiese pasado por El Pan Duro”. Por último, descartó la posibilidad de incluir a otros como Paul Éluard o Raúl González Tuñón. “Yo creo que Tuñón es el fracaso del poeta político. En su últimos libros, A la sombra de los barrios amados (1957) y Poemas para el atril de una pianola (1965) regresa finalmente y después de muchos años, al gran Tuñón que no tiene, a mi parecer, esa voz única que requiere la poesía política”, expuso.
El próximo jueves a las 19. 30hs. en el Ciclo Cuatro Ficciones que organiza la editorial Mil Botellas, se abrirá una mesa sobre la relación entre poesía y política. Los invitados, otros dos poetas de gran trayectoria: Vicente Muleiro y Alberto Szpunberg.
Sofía Silva
Nota publicada el domingo 13 de junio de 2010 en el diario Diagonales.
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