El escritor y psicoanalista Luis Gusmán estuvo el jueves en la ya clásica entrevista pública que organiza la editorial Mil Botellas en el Centro Cultural Islas Malvinas. Con gran entusiasmo, Gusmán hizo un recorrido minucioso por su obra, desde El frasquito (1973), pasando por Villa (1996) hasta su autobiografía, Los muertos no mienten (2009) que tuvo como materia prima el mundo de su madre espiritista. Contó anécdotas y sobre todo, coincidencias, con las que aún convive y que para el autor fueron y son el punto de partida de buena parte de su obra.
De su libro iniciático y más polémico, El frasquito, dijo que “lo escribí como pude, allí no hubo corrección” y agregó, “es para mí una especie de rezo, mejor diría un mito o un libro inspirado”. Sin embargo, se trató de una obra de vanguardia y experimental muy leída en su momento, antes de figurar en la lista de libros prohibidos por el gobierno militar.
Sobre Villa, una narración sobre la violencia en los años previos al golpe de Estado de 1976, explicó que “fue un encuentro, un quiebre, una ruptura, porque me decidí a escribir desde un personaje más que darle importancia primordial al trabajo con el lenguaje”.
Gusmán se animó también, a la autocrítica. “Mis dos novelas fallidas son El corazón de junio (1983) y La música de Frankie (1993)”, sentenció, pese a que la primera fue premiada con el Premio Boris Vian. Para Luis Gusmán, en general, la literatura contemporánea ha dejado de plantear ciertos problemas éticos: “las nuevas producciones fueron tomadas por el procedimiento, por la técnica”. Un cuestionamiento que atraviesa buena parte de sus obras. Y siguiendo con este conflicto, compartió con el público más preguntas, “¿Por qué, por ejemplo, no se escribe una obra sobre la venganza personal a los militares?, ¿por qué no la hay todavía?”.
A partir de las lecturas que le permitieron ir tomando otros rumbos, sus métodos de trabajo han cambiado a la hora de sentarse a escribir. “Antes yo escribía sin saber bien a dónde iba en la trama, ya no puedo”, expresó Gusmán en relación a su oficio. Ante el dilema de hallar valores en sus historias, una posible solución para el escritor es “escribir una tragedia. Situar al personaje frente a un conflicto donde deba tomar decisiones”.
Contó de su novela El peletero (2007) que surgió por un cartel con el que se topó a la vuelta de su consultorio, “Su antigua piel tiene valor. Refórmela y cámbiela por otra". "Como si fuera tan fácil me dije”. Y trajo a la charla el problema de un hombre despojado de su oficio de peletero, “desafectado” en sus palabras, fuera del mundo pero a fin de cuentas, en el trajín de la existencia.
Hacia el final, recomendó volver a leer a los grandes, a Franz Kafka, Vladimir Nabokov, Samuel Beckett, Jorge Luis Borges, “ellos inventaron un registro nuevo, algo que no estaba hasta el momento en la literatura”. Y en Borges se detuvo, sumando anécdotas y admirando su ingenio, “era una máquina”. Luego agregó, “yo tuve la suerte de haber conversado y estado frente a Borges, y lo recuerdo como una de las mejores cosas que me pasó en la vida”. El cierre fue con humor, una seguidilla de frases borgeanas provocó sonrisas al auditorio. Por ejemplo cuando le preguntaron, “¿usted quiere servirse vino blanco o tinto, maestro?”, y Borges respondió, “me da lo mismo, soy ciego”.
El mes de octubre titulado "Los muchos que escriben", continúa el jueves 28 con la presencia de los narradores, Luisa Valenzuela y el escritor platense Leopoldo Brizuela a las 19.30hs.
Sofía Silva
Foto: Delfina Magnoni.
Nota publicada el 18 de octubre de 2010 en el diario Diagonales.
De su libro iniciático y más polémico, El frasquito, dijo que “lo escribí como pude, allí no hubo corrección” y agregó, “es para mí una especie de rezo, mejor diría un mito o un libro inspirado”. Sin embargo, se trató de una obra de vanguardia y experimental muy leída en su momento, antes de figurar en la lista de libros prohibidos por el gobierno militar.
Sobre Villa, una narración sobre la violencia en los años previos al golpe de Estado de 1976, explicó que “fue un encuentro, un quiebre, una ruptura, porque me decidí a escribir desde un personaje más que darle importancia primordial al trabajo con el lenguaje”.
Gusmán se animó también, a la autocrítica. “Mis dos novelas fallidas son El corazón de junio (1983) y La música de Frankie (1993)”, sentenció, pese a que la primera fue premiada con el Premio Boris Vian. Para Luis Gusmán, en general, la literatura contemporánea ha dejado de plantear ciertos problemas éticos: “las nuevas producciones fueron tomadas por el procedimiento, por la técnica”. Un cuestionamiento que atraviesa buena parte de sus obras. Y siguiendo con este conflicto, compartió con el público más preguntas, “¿Por qué, por ejemplo, no se escribe una obra sobre la venganza personal a los militares?, ¿por qué no la hay todavía?”.
A partir de las lecturas que le permitieron ir tomando otros rumbos, sus métodos de trabajo han cambiado a la hora de sentarse a escribir. “Antes yo escribía sin saber bien a dónde iba en la trama, ya no puedo”, expresó Gusmán en relación a su oficio. Ante el dilema de hallar valores en sus historias, una posible solución para el escritor es “escribir una tragedia. Situar al personaje frente a un conflicto donde deba tomar decisiones”.
Contó de su novela El peletero (2007) que surgió por un cartel con el que se topó a la vuelta de su consultorio, “Su antigua piel tiene valor. Refórmela y cámbiela por otra". "Como si fuera tan fácil me dije”. Y trajo a la charla el problema de un hombre despojado de su oficio de peletero, “desafectado” en sus palabras, fuera del mundo pero a fin de cuentas, en el trajín de la existencia.
Hacia el final, recomendó volver a leer a los grandes, a Franz Kafka, Vladimir Nabokov, Samuel Beckett, Jorge Luis Borges, “ellos inventaron un registro nuevo, algo que no estaba hasta el momento en la literatura”. Y en Borges se detuvo, sumando anécdotas y admirando su ingenio, “era una máquina”. Luego agregó, “yo tuve la suerte de haber conversado y estado frente a Borges, y lo recuerdo como una de las mejores cosas que me pasó en la vida”. El cierre fue con humor, una seguidilla de frases borgeanas provocó sonrisas al auditorio. Por ejemplo cuando le preguntaron, “¿usted quiere servirse vino blanco o tinto, maestro?”, y Borges respondió, “me da lo mismo, soy ciego”.
El mes de octubre titulado "Los muchos que escriben", continúa el jueves 28 con la presencia de los narradores, Luisa Valenzuela y el escritor platense Leopoldo Brizuela a las 19.30hs.
Sofía Silva
Foto: Delfina Magnoni.
Nota publicada el 18 de octubre de 2010 en el diario Diagonales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario