El jueves pasado en el Centro Cultural Islas Malvinas, Hugo Mujica fue capaz de cautivar, desde el silencio y la reflexión, a un público que llenó el auditorio.
Su experiencia en la Orden también tuvo otro descubrimiento, algo que lo marcó para el resto de su vida. Y fue la escritura. “El silencio es una palabra mal usada. Yo fui a buscar el silencio. Por eso, mi paso por la Orden no es soledad, es apartamiento. Fue someterme a una desnudez”, explicó Mujica, en otra de las pausas que sabía encontrar antes de cada respuesta, buscando la palabra precisa. En la Orden, luego de un tiempo, encontró la escritura. “Yo tomaba nota de lo que me sucedía en la Orden. Hasta que en una salida de sol, describí esa imagen. Así nació un poema, nacía mi escritura”, confesó. Ese nacimiento indicó un lugar desde el que Mujica piensa, vive, y sobre todo, crea. “Me alucina el acto creador, eso es lo que me interesa. Escribir es descubrir algo mío. Crear es más sabio que saber. El crear es un continuar naciendo”, agregó, en uno de los tantos momentos de reflexión que supo coronar. El público siguió atento esos momentos, como un auténtico hallazgo en cada palabra.El narrador y poeta se dispuso a contar anécdotas formativas de su familia, así como las raíces filosóficas para escribir ese momento supremo que es la creación.
La familia de Hugo Mújica era anarquista y por eso desde chico le infundieron la necesidad de leer. Sin embargo, por una situación azarosa encontró la lectura. “Mi mamá me mandó a jugar básquet al club de Independiente para que yo creciera de tamaño. Pero no me gustaba el básquet. Así que descubrí la biblioteca y me la pasaba leyendo. No crecí demasiado, pero descubrí la lectura”, recordó Mujica. Como buena parte de la vida de Mujica, tomó decisiones sin trazados previos. A los 19 años viajó a New York, donde participó de la intensidad de los años sesenta, donde compartió momentos con Andy Warhol, Dustin Hoffman, Allen Ginsberg. Y tiempo después, se sumó a la Orden Trapense, lugar en que estuvo siete años sumido en el silencio.
La familia de Hugo Mújica era anarquista y por eso desde chico le infundieron la necesidad de leer. Sin embargo, por una situación azarosa encontró la lectura. “Mi mamá me mandó a jugar básquet al club de Independiente para que yo creciera de tamaño. Pero no me gustaba el básquet. Así que descubrí la biblioteca y me la pasaba leyendo. No crecí demasiado, pero descubrí la lectura”, recordó Mujica. Como buena parte de la vida de Mujica, tomó decisiones sin trazados previos. A los 19 años viajó a New York, donde participó de la intensidad de los años sesenta, donde compartió momentos con Andy Warhol, Dustin Hoffman, Allen Ginsberg. Y tiempo después, se sumó a la Orden Trapense, lugar en que estuvo siete años sumido en el silencio.
Hugo Mujica estudió Teología, Bellas Artes y Filosofía. Por eso además de la poesía y los libros de cuentos, su obra incluye varios libros de ensayos, donde se dedicó a la obra de Georg Trakl y Heidegger, entre otros. “Se que algún día va explotar y voy escribir sobre Hölderlin y Clarice Lispector”, prometió. Aunque él mismo se asumió como poeta más que narrador. "La poesía es 90 % inspiración y 10 % sudor. La idea es no intrometerse en esa inspiración”.
El encuentro terminó con la lectura de sus poemas, para luego firmar ejemplares a buena parte del público. El ciclo continuará el jueves próximo con la visita del narrador Luis Gusmán, autor de Villa y El frasquito, entre otras obras.
Ramón D. Tarruella
Foto: Mil Botellas
Nota publicada el domingo 10 de octubre de 2010 en el diario Diagonales.
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