domingo, 13 de marzo de 2011

De músicos, relojeros y algo más


En el segundo encuentro del año, Alicia Steimberg propuso un recorrido más personal buscando en la infancia, sus raíces de escritora. Al inicio de la charla, retrató a su familia, judía, pobre y porteña, como el lugar en donde conoció por primera vez los libros. “Había una biblioteca cerrada, con una puerta que tenía unas cortinas que los ocultaban. Esos eran los libros prohibidos”, recordó Steimberg. Y de inmediato citó uno de esos libros: “eran cartas de amor, que nunca podíamos leer porque decían cosas prohibidas”.
De músicos y relojeros fue su primera novela, del año 1971, cuando ella tenía 38 años. Una obra donde retrató buena parte de lo que ocurría en su familia, las peleas y los rumores que corrían en una casa grande, donde vivía con sus hermanos y su madre. “Muchos se sintieron ofendidos con la novela, porque yo había hecho pública cosas que no podía decirse en mi familia”. La protagonista de la novela conserva similares rasgos con la propia Alicia Steimberg. Una muchacha que le cuesta asumirse como judía al resto de sus amigos. Y a su condición de judía se le sumaba ser mujer. “La novela luego la mandé a concursos. Y en ese mismo año, salió finalista en dos concursos: en España, el de Seix Barral, y en Venezuela, el de Monte Avila”. Los finalistas del concurso de Seix Barral, donde había ocho argentinos, salieron anunciado en el diario, lo que a Steimberg le valió el llamado de Luis Gregorich, que trabajaba para Centro de Editor de América Latina (CEAL). “Me gustaría leer esa novela, me dijo y enseguida la publicaron”, comentó la autora de Cuando digo Magdalena, otra novela premiada, en este caso por el Premio Planeta en el año 1992.
Una persona del público le preguntó quiénes eran los músicos y quiénes los relojeros, en referencia a los protagonistas de la novela. “Los músicos eran mis tíos, pero no vivían de la música, trabajaban en una relojería. Por eso, los músicos eran los mismos relojeros”, respondió.
A los ocho años Alicia Steimberg perdió a su padre, una ausencia que cambió los hábitos de la familia. Y una ausencia que a ella la impulsó a escribir. “A veces, creo que la necesidad de escribir surgió ante esa ausencia. Muchas veces las ausencias, los dolores, generan escritores”, afirmó. De esa familia también salió otro escritor, el poeta y semiólogo Oscar Steimberg, “era el más atorrante de todos”, bromeó.
Alicia Steimberg vivió de la docencia, ella es egresada del Instituto de Lenguas Vivas, y coordinó talleres literarios. Luego de cuarenta años de coordinar talleres, escribió Aprender a escribir, en 2006, un libro que recoge esa experiencia. Y en este momento está escribiendo una segunda parte, a pedido de la editorial. “Los talleres sirven para formar escritores, y también para la subsistencia de los escritores”, bromeó nuevamente, un gesto recurrente en la charla.
Para finalizar y como enlace con la próxima visita al ciclo, la de Ana María Shua, Alicia Steimberg recordó el libro que escribieron juntas, Antología del amor apasionado, una compilación de textos de personalidades como Kafka, Mozart, Freud y Platón. El próximo jueves continúa el ciclo organizado por la Editorial Mil Botellas, con la visita de la autora de Los amores de Laurita, y de una obra reconocida en literatura infantil.

Ramón D. Tarruella
Foto: ARCHIVO MIL BOTELLAS
Nota publicada en Diagonales, el 14 de marzo de 2011.

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