Oscar Steimberg, semiólogo, poeta y escritor, el jueves pasado en el Centro Cultural Islas Malvinas reanudó el ciclo de charlas literarias que organiza la editorial Mil Botellas. “¡Cómo me alegró cuando me invitaron a la charla y me dijeron que no tenía que preparar ningún tema!”, dijo apenas se inició el encuentro, respondiendo con soltura a las preguntas que llegaban desde la mesa organizadora y del público.
La brecha que hoy separa la producción académica de la literatura es justamente el lugar que Steimberg eligió a la hora de situarse y adoptar un estilo: “yo no podría dejar de hacer las dos cosas, no podría estar especializado”. Y luego bromeó, “eso es lo que empecé a pensar cuando me volví impune”.
El autor del libro de cuentos Cuerpo sin armazón (1977) maniobró la charla con algunas bromas y cambios de entonación, y por ende de sentidos. Más de una vez, remarcó su interés por esa zona “intermedia y borrosa” que cruza la literatura con la ciencia. A partir de una pregunta, Steimberg trajo a tema las revistas de los años ´60 y ´70, donde este lazo era posible. Revistas culturales como el "El escarabajo de oro" que dirigió el escritor Abelardo Castillo, o "Literal", comandada por Germán García, Luis Gusmán y Osvaldo Lamborguini y en la que Steimberg participó como colaborador: “Hasta entonces era común y natural hablar de literatura cuando se hablaba de Ciencias Sociales, y viceversa”. Por tanto, la pregunta que importunó fue: “¿Qué pasó años después con la estética de esas revistas?”.
Un siglo atrás, Karl Marx, según citó Steimberg, “no se hacía problema por escribir una biografía sobre (Honoré de) Balzac”. “Cuando terminara de escribir El capital, Marx se había propuesto dedicar todo su tiempo a escribir la gran obra sobre Balzac” y agregó que “yo no creo que Marx pensara que iba aportar menos, que fuera menos útil a las Ciencias Sociales, escribir sobre Balzac a escribir El capital”.
En el mismo sentido, se refirió a una suerte de duelo que el francés Roland Barthes formuló en un texto dirigido a un conjunto de jóvenes investigadores. La cuestión a la que aludía el texto de Barthes se centraba en la pretensión de transparencia en la escritura académica, y de neutralidad, a favor de esa objetividad a la que aspira el discurso científico. Barthes decía que se estaba promoviendo “reprimir la escritura”, y por el contrario los invitaba a pensar que ésta “no debe ser menos exigente en los textos académicos”. Para Oscar Steimberg “la exigencia de rigor en la escritura es lo que permite llegar a un pensamiento superador de los límites, las trabas, de la espontaneidad personal” y remató, “escribiendo… se piensa”.
El semiólogo y poeta, también aficionado por las historietas, habló de su amistad con Oscar Masotta y el momento en que empezó a recorrer su destino de “historietólogo”. Como hecho inaugural, recordó una conferencia sobre el personaje Patoruzú que dio en el Di Tella en los años ´60, incentivado por Masotta. “Patoruzú además de ser infinito para el análisis por su condición de indio terrateniente y demás, tenía el misterio de haber constituido la infancia de casi todos los que yo conocía”. Detalló su interés general por la forma de leer las historietas que circularon en Argentina, tanto las nacionales como las norteamericanas; aquellas leídas en simultáneo por chicos de distintas localidades del país.
Siguiendo con las amistades con las cuales compartió ideas, “amistades raras”, definió Steimberg, Fogwill fue una de ésas, también Osvaldo Lamborghini y Néstor Perlongher, entre otros. “Lo que más nos interesaba de un proyecto eran los debates, las diferencias y las peleas continuas”. Y detalló una de esas peleas, entorno al nombre de la editorial Tierra Baldía que fundaron juntos. Fogwill, con la complicidad de Steimberg, se había tomado el atrevimiento de cambiar el nombre original del sello, un instante antes de llevar el primer material a imprenta. “Waste Land” era el nombre elegido por todos, pero Fogwill propuso “Tierra Baldía” para un provecho más popular. Desprolijidad frente a la cual Lamborghini respondió enojado: “¿Por qué mierda? ¿Desde cuándo, se te ocurre poner todas las palabras en castellano? ¿Desde cuándo?”, reprodujo.
Buena parte de la charla la dedicó a otra de sus profesiones, a pensar los sentidos de las palabras que “se escuchan y se leen por ahí”, las variaciones de los discursos en firme mutación, según los medios y el paso del tiempo. “Ese movimiento me interesa”, remarcó.
Sobre el cierre del encuentro, leyó dos poemas de su autoría “Te evoco por el percal” y un fragmento de “Majestad, etc”, recientemente reeditado por la editorial de poesía Surí Porfiado.
El mes de octubre estará dedicado a conversaciones de a dos. El próximo jueves, la mesa será compartida por los escritores Luis Chitarroni y Federico Jeanmaire, como siempre, en el Auditorio del Centro Cultural Islas Malvinas y a las 19.30hs.
Sofía Silva La brecha que hoy separa la producción académica de la literatura es justamente el lugar que Steimberg eligió a la hora de situarse y adoptar un estilo: “yo no podría dejar de hacer las dos cosas, no podría estar especializado”. Y luego bromeó, “eso es lo que empecé a pensar cuando me volví impune”.
El autor del libro de cuentos Cuerpo sin armazón (1977) maniobró la charla con algunas bromas y cambios de entonación, y por ende de sentidos. Más de una vez, remarcó su interés por esa zona “intermedia y borrosa” que cruza la literatura con la ciencia. A partir de una pregunta, Steimberg trajo a tema las revistas de los años ´60 y ´70, donde este lazo era posible. Revistas culturales como el "El escarabajo de oro" que dirigió el escritor Abelardo Castillo, o "Literal", comandada por Germán García, Luis Gusmán y Osvaldo Lamborguini y en la que Steimberg participó como colaborador: “Hasta entonces era común y natural hablar de literatura cuando se hablaba de Ciencias Sociales, y viceversa”. Por tanto, la pregunta que importunó fue: “¿Qué pasó años después con la estética de esas revistas?”.
Un siglo atrás, Karl Marx, según citó Steimberg, “no se hacía problema por escribir una biografía sobre (Honoré de) Balzac”. “Cuando terminara de escribir El capital, Marx se había propuesto dedicar todo su tiempo a escribir la gran obra sobre Balzac” y agregó que “yo no creo que Marx pensara que iba aportar menos, que fuera menos útil a las Ciencias Sociales, escribir sobre Balzac a escribir El capital”.
En el mismo sentido, se refirió a una suerte de duelo que el francés Roland Barthes formuló en un texto dirigido a un conjunto de jóvenes investigadores. La cuestión a la que aludía el texto de Barthes se centraba en la pretensión de transparencia en la escritura académica, y de neutralidad, a favor de esa objetividad a la que aspira el discurso científico. Barthes decía que se estaba promoviendo “reprimir la escritura”, y por el contrario los invitaba a pensar que ésta “no debe ser menos exigente en los textos académicos”. Para Oscar Steimberg “la exigencia de rigor en la escritura es lo que permite llegar a un pensamiento superador de los límites, las trabas, de la espontaneidad personal” y remató, “escribiendo… se piensa”.
El semiólogo y poeta, también aficionado por las historietas, habló de su amistad con Oscar Masotta y el momento en que empezó a recorrer su destino de “historietólogo”. Como hecho inaugural, recordó una conferencia sobre el personaje Patoruzú que dio en el Di Tella en los años ´60, incentivado por Masotta. “Patoruzú además de ser infinito para el análisis por su condición de indio terrateniente y demás, tenía el misterio de haber constituido la infancia de casi todos los que yo conocía”. Detalló su interés general por la forma de leer las historietas que circularon en Argentina, tanto las nacionales como las norteamericanas; aquellas leídas en simultáneo por chicos de distintas localidades del país.
Siguiendo con las amistades con las cuales compartió ideas, “amistades raras”, definió Steimberg, Fogwill fue una de ésas, también Osvaldo Lamborghini y Néstor Perlongher, entre otros. “Lo que más nos interesaba de un proyecto eran los debates, las diferencias y las peleas continuas”. Y detalló una de esas peleas, entorno al nombre de la editorial Tierra Baldía que fundaron juntos. Fogwill, con la complicidad de Steimberg, se había tomado el atrevimiento de cambiar el nombre original del sello, un instante antes de llevar el primer material a imprenta. “Waste Land” era el nombre elegido por todos, pero Fogwill propuso “Tierra Baldía” para un provecho más popular. Desprolijidad frente a la cual Lamborghini respondió enojado: “¿Por qué mierda? ¿Desde cuándo, se te ocurre poner todas las palabras en castellano? ¿Desde cuándo?”, reprodujo.
Buena parte de la charla la dedicó a otra de sus profesiones, a pensar los sentidos de las palabras que “se escuchan y se leen por ahí”, las variaciones de los discursos en firme mutación, según los medios y el paso del tiempo. “Ese movimiento me interesa”, remarcó.
Sobre el cierre del encuentro, leyó dos poemas de su autoría “Te evoco por el percal” y un fragmento de “Majestad, etc”, recientemente reeditado por la editorial de poesía Surí Porfiado.
El mes de octubre estará dedicado a conversaciones de a dos. El próximo jueves, la mesa será compartida por los escritores Luis Chitarroni y Federico Jeanmaire, como siempre, en el Auditorio del Centro Cultural Islas Malvinas y a las 19.30hs.
Nota publicada en el diario Diagonales el lunes 3 de octubre de 2011. FOTO: ARCHIVO MILBOTELLAS
1 comentario:
este año estoy leyendo bastante a steimberg en la facultad. me hubiese encantado ir pero no hice a tiempo. felicitaciones por el ciclo.
Publicar un comentario